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En julio de 2016 viajé de Uruguay a España para hacer un máster de tres años en psicoterapia grupal. Planteé la posibilidad a mis pacientes —que veía semanalmente en mi consultorio—, de continuar el proceso vía Skype. Fue un momento crítico tanto para los pacientes —algunos de ellos vivieron este cambio como un abandono— como para mi, que me ha llevado a entender este tipo de psicoterapia, y la psicoterapia en general, desde una nueva perspectiva.

El difícil pasaje del contacto directo a videollamada me llevó a hacerme dos preguntas fundamentales, que algunos años más tarde comienzo a responder:

¿Estoy comprometiendo la calidad de mi servicio como terapeuta al trabajar a distancia?

Es posible construir y mantener una relación profunda y comprometida a través de un medio artificial? 

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Una respuesta rápida podría ser que —por lo menos a nivel cuantitativo— varios estudios concluyen que no existe una diferencia significativa en la efectividad de la psicoterapia co-presencial respecto a la modalidad online (Pier et al., 2008; Bouchard et al., 2004; Germain et al., 2009 en Suler, 2016). Sin embargo, mirando con mayor detenimiento, esta pregunta se vuelve intrincada, incómoda y definitivamente no se resuelve en términos de si la psicoterapia online es mejor o peor que la co-presencial, sino más bien, cuándo y con qué propósitos conviene optar por cada una. Los psicólogos de corrientes psicoanalíticas —que con cierta vanidad la autoproclamamos “psicología profunda”, para distinguirnos de las demás— tenemos un problema añadido que radica en entender la relación psicoterapéutica como principal agente de cambio. Por esta razón no debiera sorprendernos que psicólogos cognitivos —que centran la psicoterapia en objetivos, no tanto en el vínculo— nos lleven en este momento una amplia delantera en el uso de psicoterapia online (Mora, 2008), mientras que los psicoanalistas tenemos todavía reparos al momento de trabajar a distancia. La pregunta que nos hacemos es: cómo es posible adaptar nuestras teorías —muchas de ellas tienen más de un siglo— a las características específicas del setting virtual.

Es importante que los psicólogos estemos abiertos a nuevas formas de tratamiento que se adapten a las demandas actuales, pero también es nuestro menester hacerlo sin idealizar un método de trabajo de forma acrítica solo porque se ha popularizado. Por esta razón comparto aquí tres conclusiones a las que he llegado durante el último año.

A) La psicoterapia vía Skype no ocurre en un consultorio; la psicoterapia clásica o co-presencial, tampoco.

Me parece cierto el cliché acerca de cuán obsesivos podemos llegar a ser los psicoterapeutas respecto a nuestro espacio de trabajo, queremos que todo esté en orden, bajo control, estudiamos la distancia que vamos a tener con el paciente, la luminosidad de la habitación, no somos indiferentes al metraje, elegimos meticulosamente las revistas o libros de sala de espera, intentamos evitar cualquier ruido que pueda interferir con la psicoterapia… La bibliografía acerca de cómo gestionar este espacio sagrado y las acaloradas discusiones con colegas acerca de qué cuadro elegir y cual no han dado lugar a discusiones irresolubles en vida. Es curioso cuán rápido nos olvidarnos nosotros mismos que la psicoterapia no ha pasado nunca en un espacio físico sino más bien en uno mental, atemporal y, probablemente, espiritual. Se trata de una relación que tiene lugar en una «matriz transferencial» (Wiener, 2009), en un espacio inmaterial que se desarrolla durante la sesión, entre sesión y sesión, e incluso algunas de las conversaciones o tipo de vínculo con el terapeuta pueden cobrar sentido años después de haber finalizado el proceso terapéutico.

Sigmund Freud (1911-15) fue el pionero en señalar que el paciente proyecta sobre el terapeuta imágenes, fundamentalmente parentales, de forma tal que el paciente no se vincula del todo con el terapeuta de carne y hueso, sino más bien con un personaje o imagen interna. En la psicoterapia ocurre un estado de despersonalización deseable en el cual el mundo interno, co-construido entre el paciente y terapeuta, desplaza la realidad cotidiana actualizando en los involucrados un determinado conflicto o trauma. La psicoterapia se trata acerca de la percepción subjetiva del mundo interno. Por este motivo, si un paciente estuviese particularmente interesado en saber dónde compré el tapizado de pared, me preocuparía, porque de alguna forma espero que su atención no esté en el consultorio, sino en esa otra habitación.

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El Cuarto Rojo en Twin Peaks (1990-1, 2017) es un espacio anacrónico que transcurre en paralelo a la trama donde el agente Dale Cooper comprende en profundidad la psicología de los personajes y se manifiestan grandes revelaciones.

B) No se trata de trasladar la psicoterapia tradicional al Skype

No lo voy a negar, extraño la dimensión física de la psicoterapia. Mis pacientes y ex pacientes saben que los esperaba con un vaso de agua, café o té (dependiendo de las preferencias de cada uno). Este servicio de cafetería formaba parte de un ritual que se ha perdido. También es cierto que por Skype solo veo a mis pacientes de la cintura para arriba, no puedo percibir el movimiento de manos, si mueven los pies mostrando ansiedad o si se relajan estirando las piernas, tampoco me resulta fácil advertir si se distraen con algún estímulo de la habitación, parte de la comunicación no verbal se pierde en el monitor.

Skype todavía tiene fallos, a veces ocurre que la conversación se tranca abruptamente y retomar resulta molesto. Por este motivo se hace preciso generar un encuadre distinto para asegurar que la calidad de la conexión a internet sea óptima, extendiendo unos minutos la sesión en caso que haya habido algún inconveniente técnico. De todas formas, si se toman los recaudos necesarios, no creo que haya motivos para creer que en la psicoterapia vía Skype sea más proclive a las interrupciones que la psicoterapia co-presencial. La contingencia de la realidad aparece siempre y forma parte de la psicoterapia. Es lisa y llanamente imposible generar una burbuja terapéutica completamente libre de interrupciones porque la psicoterapia ocurre generalmente dentro de una ciudad, que es en definitiva, un organismo vivo donde pulula el ruido de vecinos, transeúntes, embotellamientos, timbres, pacientes entrando y saliendo de otros consultorios, etc (escribo estas líneas mientras escucho a un vecino cortar el césped). Es responsabilidad del terapeuta asegurar un espacio «suficientemente» libre de interrupciones… dentro del marco de lo humanamente posible.

Usamos la computadora/tablet/teléfono móvil para muchísimas actividades, algunas de trabajo y otras recreativas, este no es un detalle menor porque el medio por el cual ocurre la psicoterapia puede parecer en principio superficial y afecta la forma de relacionarse. Las sesiones por Skype propician un encuadre más casual, que no va necesariamente en detrimento de la calidad de la psicoterapia. La mayoría de mis clientes tienen sesiones desde su casa, se sienten de alguna forma locatarios y esta situación les ayuda a reducir el estrés. Generalmente veo a mis pacientes sin maquillaje, más proclives al diálogo y más desenvueltos en comparación a cuando los atendía en el consultorio de Montevideo o Maldonado.

C) El éxito de la psicoterapia online depende de la forma de entender el canal de comunicación y de la intención de los participantes.

Los psicólogos tenemos dos formas de concebir la atención online: o bien como un mundo virtual aparte del mundo material o como una extensión de la realidad física. La pantalla nos permite ver y ser vistos de forma unidimensional, el sonido pierde la calidad de la escucha presencial dando una idea aproximada y parcial acerca de lo que está ocurriendo del otro lado de la pantalla. Aún así, la transferencia de emociones e ideas se siente real. Existe algo intangible, íntimo y universal acerca de la forma en que dos individuos se relacionan en una psicoterapia que trasciende la forma de comunicación. Si una psicoterapia es efectiva o no dependerá de la intención de crear una relación comprometida con el proceso de cambio más que del espacio físico o virtual en que ocurre. Todavía queda mucho por investigar, especialmente a nivel cualitativo, y se hace cada vez más urgente para los psicoanalistas estudiar cómo desempolvar nuestras teorías y adaptarlas a un mundo virtual que ya forma parte de nuestras vidas.

Bibliografía

Balick, Aaron (2013) “The Psychodynamics of Social Networking: Connected-Up Instantaneous Culture and the Self (Psychoanalysis and Popular Culture)”. Karnac Books.

Freud, Sigmund (1911-15) “Trabajo sobre técnica psicoanalítica” en Obras Completas, Volúmen XII, Buenos Aires, 1980.

Germain, Vanessa (2010) “Assessment of the Therapeutic Alliance in Face-to-Face or Videoconference Treatment for Posttraumatic Stress Disorder” en Cyberpsychology Behavior and Social Networking. Volumen, 13.

Mora, Louis (2008) “Psychologist treatment recommendations for Internet-based therapeutic interventions” en Computers in Human Behavior. Volúmen, 24.

Suler, John (2016) “Psychoanalytic Cyberpsychology” en International Journal of Psychoanalytic Applied Studies. Volúmen, 14.

Wiener, Jan (2009) “The Therapeutic Relationship: Transference, Countertransference, and the Making of Meaning”. Texas A&M University Press.