Soy melancólico. Gasto una obscena cantidad de tiempo rumiando los por qué, para qué, qué quiere decir esto y ahora qué hago. Me aburre la frivolidad vigoréxica, las conversaciones acerca del tiempo, fútbol o teléfonos móviles. Me cuesta procesar las pérdidas, y todavía más, encajar en mi cabeza la idea que algunas cosas pasan sin ningún motivo, o de forma aleatoria. Lo asumo, soy así, un bucólico empedernido, una un especie de malcontent de la psicología postmoderna.
Pero no estoy sólo en esto. Los antecedentes de Madame Melancolía se remontan hasta la Antigua Grecia. Hipócrates consideraba que los cuatro elementos (agua, fuego, tierra y aire) tienen su correspondiente en el cuerpo humano en la sangre, bilis negra, bilis amarilla y la flema. La hipertrofia de estos componentes dan lugar a cuatro tipos de temperamentos. Cuando predomina la bilis negra –pensaba– se tiene un temperamento melancólico asociado con personalidades introvertidas y reflexivas.
El temperamento melancólico –para Aristóteles– traía consigo una memoria extraordinaria y era fuente de genialidad:
«¿Por qué ocurre que todos aquellos que se convierten en eminencias en la filosofía, política o las artes son claramente melancólicos y muchos de ellos se vieron afectados por enfermedades de la billis negra?» (Tellenbach, 1980, 24).
En Crítica a la Razón Pura, Kant (1787) plantea que en la melancolía se encuentra un valor estético y moral relacionado con «lo Sublime». Este tipo de temperamento está basado en ideales morales; no en tristeza sin sentido.
«La depresión persiste a lo largo de los siglos como un lugar común en donde se encuentran genios creativos. Pintores de la escala de Vincent Van Gogh, Henri de Toulouse-Lautrec, Jackson Pollock y Mark Rothko; escritores como Ernest Hemingway, Samuel Beckett, Edgar Allan Poe y Virginia Woolf; poetas como Charles Baudelaire, Rainer, Maria Rilke y Emily Dickinson; compositores como Ludwig van Beethoven, Frédéric Chopin y Irving Berlin. Estos artistas reflejaron de forma bastante transparente su vida y sus estados depresivos» (Bowring, 2016, p 40).
No creo que Bowring esté haciendo aquí una lista de depresivos ilustres; creo que se refiere más bien a personas con temperamentos melancólicos. Pongámoslo así: a nivel nosológico, tengo un temperamento melancólico, pero no configuro un trastorno depresivo.
La gran diferencia entre un temperamento melancólico y un trastorno depresivo recae en la capacidad para darle sentido al sufrimiento. Rosen (1993) lo escribe claramente:
«Imagínense hombres y mujeres aborígenes forzados a buscar refugio durante el día en una cueva oscura, para escapar de un depredador, del tiempo malo, o de un terremoto. Quizás tengan hambre, frío, miedo, pero al menos están más seguros que si estuvieran afuera, y su retiro a la luz del día les ha dado una oportunidad de volver a ganar su equilibrio. La depresión es análoga a la búsqueda de refugio en la cueva. Para la psique humana, la depresión es la reacción natural a una situación desgarradora, y a pesar de que es desagradable en muchas maneras, es esencial si la psique ha de adaptarse y superar la situación».
Para que haya depresión, no puede ser posible –o tiene que resultar muy difícil– salir de la cueva y se tiene que desconocer las causas específicas del sufrimiento. Una persona con temperamento melancólico, en cambio, elige muchas veces quedarse en la cueva, se siente triste, teniendo una idea más o menos clara de la raíz de su malestar y se preocupa de darle forma a esta masa confusa en un acto creativo. Mark Pettinelli (2000), explica esta diferencia diciendo:
«La diferencia entre la tristeza y la depresión radica en que la depresión disminuye el estado de ánimo y afecta el resto de las sentimientos y emociones. Sin embargo, la tristeza es simplemente un sentimiento aislado, por esta razón la depresión afecta el resto de los sentimientos porque en un estado depresivo no puede reconocer el sentimiento de tristeza original que lo causó, los sentimientos se encuentran mezclados. Si alguien puede identificar la razón por los cual está triste, entonces ya no está deprimido, por el contrario, si uno se olvida los motivos por los cuales uno está triste vuelve a deprimirse» (p. 13).
Tanto una persona con un temperamento melancólico, como una alguien con un trastorno depresivo, tienden a volcar su atención en el pasado, pero de forma distinta. La base de la creatividad en el temperamento melancólico recae sobre et in arcadia ego o el recuerdo de un paraíso idealizado que jamás ocurrió. Se trata de un sentimiento de nostalgia, es la búsqueda proustiana del tiempo perdido con la esperanza de un eventual restitutio ad integrum (volver a una situación original). Tiene que ver con la justicia; interesa ir hasta el final, a la raíz del problema y redimirse mediante un acto creativo.
Para Jung (en Rosen, 1993), la depresión es una estrategia evolutiva. Según él, se da una introversión involuntaria para elaborar aquello que en el pasado no ha sido procesado. Este no es un movimiento psíquico caprichoso, tiene una finalidad prospectiva (un sentido hacia adelante, un para qué). O por lo menos, eso escribía en 1863 un tal Charles Baudelaire (2013):
«Afirmo que la inspiración tiene alguna relación con la congestión, y que todo pensamiento sublime va acompañado de una sacudida nerviosa, más o menos fuerte, que resuena hasta el cerebelo. El hombre de genio tiene los nervios sólidos; el niño los tiene débiles. En uno, la razón ha ocupado un lugar considerable; en el otro, la sensibilidad ocupa casi todo el ser. Pero el genio no es más que la infancia recuperada a voluntad, la infancia dotada ahora, para expresarse, de órganos viriles y del espíritu analítico que le permite ordenar la suma de materiales acumulados involuntariamente».
En lo que a mi concierne, este blog –todavía en pañales– representa un gesto homeopático de redención, de poner mi historia y conocimientos a disposición de un otro, al cual, incluso sin conocerlo, me interesa que corra un serio riesgo de aprender algo. Para el abuelito Jung –hablando de melancólicos recalcitrantes–, esta es otra forma de dar sentido. Por motivos también autorreferenciales, siempre tengo presente la misiva que tuvo con una mujer que no lograba adaptarse a un país extranjero:
«Si tuviese que vivir en otro país, buscaría una o dos personas que parecieran amigables e intentaría hacer algo útil por ellos, de forma tal que la libido volviera a mi desde afuera, incluso en una forma primitiva. Criaría animales y plantas e intentaría obtener alegría de su vitalidad […] Cuando la oscuridad se va haciendo cada vez más densa, penetraría en el ojo del huracán y no descansaría hasta que en medio del sufrimiento, una luz se revelara en ese in excessu affectus [en exceso de afecto o de pasión]. La naturaleza se revierte a sí misma».
Por supuesto, Jung pudo haber contestado –con condescendencia– que trate de no pensar, que vea el vaso medio lleno o que se repita mirándose al espejo afirmaciones positivas porque, en definitiva, la vida es maravillosa. Pero no, a Jung –como a cualquier melancólico que se precie de tal– no le interesó ofrecer una solución cosmética:
«Lucharía con el Ángel Oscuro hasta que me dislocara la cadera. Porque él es también la luz y el cielo azul que está por encima mío […] De todas formas, eso es lo que haría yo. Lo que harían otros, es otra pregunta que no puedo contestar. Para mi también hay un instinto de alejarme o de adentrarme en las profundidades. Nada de tomar medidas a medias, nada de pasiones por la mitad. Mis deseos cordiales, como siempre, C. G. Jung».
Bibliografía
Baudelaire, C. (2013). El pintor de la vida moderna (Serie Great Ideas 28). Taurus.
Bowring, J. (2016). Melancholy and the Landscape: Locating Sadness, Memory and Reflection in the Landscape. Routledge.
Tellenbach, H. (1980). Melancholy: history of the problem, endogeneity, typology, pathogenesis, clinical considerations (Vol. 9). Duquesne University Press.
Pettinelli, Mark (2000), The Psychology of Emotions, Feelings and Thoughts. Oxford University Press.
Rosen, D. H. (1993). Transforming depression: Egocide, symbolic death, and new life: A Jungian approach using the creative arts. JP Tarcher.
Kant, I. (2009). Crítica de la razón pura. Ediciones Colihue SRL.
Correspondencia entre Jung y «N»
https://www.dpselfhelp.com/forum/index.php?/topic/11295-jungs-letter-on-depression/
Me siento muy identificada con el perfil que trazas en este post. Diego. Aunque mi menlancolía es más productiva que reaccionaria y más reactiva que pasiva. Me veo completamente retratada en esta afirmación entre histriónica y almodovariana: ¡Nada de tomar medidas a medias, nada de pasiones por la mitad!
O como dice San Juan Evangelista en el Apocalipsis: «No eres frío ni caliente. ¡Ojalá fueses frío o caliente! Pero por cuanto eres tibio, no frío ni caliente, te vomitaré de mi boca».
Me gusta tu blog: persevera.
Estimada Delagranja: Desconocía por completo la regurgitante cita de San Juan Evangelista (!). Me he imaginado a Jung de muchas formas, pero hasta ahora, jamás en términos almodovarianos (me va a llevar unos meses sacarme la imagen de la cabeza). Como sea, muchas gracias por tu comentario, me alegro mucho que te guste el blog y te mando –sin medias tintas– un fuerte abrazo.
Diego,muy profundo y muy sabio Joung un gran maestro y sabio,muchas personas se sienten identificadas,la melancolía,es un refugio de nosotros mismos de protegernos de tanta gente egoísta que se mira su ombligo .Te felicito con la verdad vas muy lejos.Abrazo Lucila…
Muchas gracias, Lucila por tus comentarios y las muestras de apoyo al blog en general. Me alegro que te guste. Un abrazo y hasta pronto.
Me gusta mucho tu estilo de escritura. Si bien abordás temas complejos, lo hacés de forma sencilla, desde la vivencia personal y eso hace que para los lectores sea fácil identificarse. Muchas gracias por compartir este espacio!
Estimada Vicky: Muchas gracias por tu comentario. Para mi es fundamental el ida y vuelta dentro del blog. Efectivamente, estoy buscando un equilibrio entre no aburrir con psicologismos y aportarle algo útil al lector. En eso estoy. Soy bastante consciente que mi estilo —metódico, por momentos chabacano, apenas cariñoso, un poco irónico y definitivamente ácido— no le sienta bien a todo el mundo (tampoco es mi idea). Hence, me alegra especialmente que esté funcionando contigo. Saludos de Bilbo.
Pum!! Directo al centro de mi particular diana, cualquier indivíduo que haya superado la efervescencia de la adolescencia y primera juventud, tiene que ser necesariamente víctima de la melancolía manejada adecuadamente para asimilar los acontecimientos del mundo, el propio y el ajeno…
Totalmente de acuerdo con los textos que has seleccionado, arroja mucha luz acerca de un estado de ánimo que como muy bien explicas, puede llevar a lo sublime o hundirte en la miseria…
Por favor , no dejes de escribir,
Un abrazo, Isabel
Muchas gracias, Isabel por tu mensaje. Me alegro que te hayas sentido identificada con el post. De alguna forma pienso en la melancolía como un contrapunto a los tiempos maníacos que corren. También lamento que la psicología (etim: “estudio del alma”) y la psiquiatría (etim: “cura del alma”) mainstream, se hayan alejado de sus raíces. La evolución no solo es ir hacia adelante, sino más bien, ir hacia adelante integrando el desarrollo anterior. Pero supongo que ese otro tema, para otro post. Por mi parte te agradezco el mensaje, has sido más que amable; me halaga que te interese seguir leyendo lo que escribo. Donde sea que estes, un abrazo grande.
Otro para ti, aunque no sé a quién estoy abrazando. 🙂
Las observaciones y vivencias del solitario taciturno son a la vez más borrosas y penetrantes que las del hombre sociable, y sus pensamientos, más graves, extraños y nunca exentos de un halo de tristeza. Ciertas imágenes e impresiones de las que sería fácil desprenderse con una mirada, una sonrisa o un intercambio de opiniones, le preocupan más de lo debido, adquieren profundidad e importancia en su silencio y devienen vivencia, aventura, sentimiento. La soledad hace madurar. Lo original, lo audaz e inquietantemenre bello, el poema. Pero también engendra lo erróneo, desproporcionado, absurdo e ilícito. Thomas Mann de La Muerte en Venecia…
Me parece una definición bellísima de la melancolía…
Totalmente de acuerdo Diego cuando dices que en el proceso de evolución cuenta lo vivido, el desarrollo anterior, es nuestra mochila, pero también se puede ir soltando lastre para avanzar más ligero…
Desde Madrid con calor y mi agradecimiento por tu comentario, buenas noches
Isabel
Excelente la cita de Thomas Mann, sin duda un tío inmenso. Me alegro que estes presente en el blog. Cualquier eventualidad, ya sabes. Gabon desde Bilbo.
Excelente colega! Agradezco haberte reencontrado, aunque sea por este medio y leerte ha sido muy gratificante. Me gusta mucho y disfruto de tu manera cálida y simpática de escribir, además de claramente contar con el preciado arte de transmitir conocimientos tan profundos y complejos de forma entretenida.
Voy a estar muy atenta a futuras publicaciones!
Un abrazo!
Muchas gracias, Salvina! Me alegra saber de vos y que te guste como escribo. Seguiremos en contacto. Te adjunto un abrazo grande desde Bilbao.
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