Sociedad – Ps. Diego Durán https://diegoduranblog.wpcomstaging.com Psicólogo Clínico Bilingüe. Licenciado en Psicología/Master en Psicoterapia. Tue, 08 Mar 2022 02:19:38 +0000 es hourly 1 https://diegoduranblog.wpcomstaging.com/wp-content/uploads/2021/01/cropped-icono-1-150x150.png?crop=1 Sociedad – Ps. Diego Durán https://diegoduranblog.wpcomstaging.com 32 32 117911546 Sentirse en casa https://diegoduranblog.wpcomstaging.com/2021/11/19/sentirse-en-casa/ https://diegoduranblog.wpcomstaging.com/2021/11/19/sentirse-en-casa/#respond Fri, 19 Nov 2021 01:22:12 +0000 https://diegoduranblog.wpcomstaging.com/?p=7034

Cambiar de país transformó mi vida, pero no en el sentido de un cliché-idealista-new-age, no. Mi vida cambió al darme cuenta que mi antiguo yo que pensaba muerto y enterrado aparece de vez en cuando con una risa burlona para recordarme que soy Otro, , y El Mismo, también. Ya sea por un juego de espejos, un karma relacional o una pesadilla borgiana, lo que llamo ahora “casa” no resulta tan distinto a lo que vivía antes, pese a que el escenario cambió de forma radical. Juro que esto tiene un punto

La forma que tenemos de sentirnos en casa es más compleja que la imagen bucólica del clásico wallpaper de una cabaña de madera, en un lugar improbable, con un pórtico en la entrada y piso de roble recién encerado por quién sabe quién. Nuestra visión de hogar está teñida indefectiblemente por la historia que nos enorgullece y la que intentamos ocultar de nosotros mismos. Porque casa, en definitiva, es un concepto complejo, fluido, subjetivo, que reúne un espacio físico, psicológico y espiritual. Para ser más claro, una anáfora:

Casa es el país o continente que elegiste para vivir.

Casa son las coordenadas que marca Google Maps.

Casa es la hipoteca que nunca terminas de pagar.

Casa es donde podés pasar todo el día mirando Netflix descalzo o con las medias agujereadas.

Casa son emociones físicas adheridas a recuerdos de la infancia.

Casa es el cuerpo que habitas y que apenas reconoces en el espejo.

Casa es la red de personas que siempre están ahí cuando las necesitas.

Casa es un lugar donde muebles polvorientos, telas de araña y platos en el fregadero te acusan de descuidado y perezoso.

Casa es un templo sagrado que debe estar siempre impoluto.

Casa es donde miras pornografía, tomas alcohol hasta dormirte y lloras sin que nadie te vea.

Casa es donde te maltrataron, abusaron y violaron aquellos que debieron cuidar de ti.

Casa es lo que ocurre hasta que escuchas el ruido de la cerradura.

Casa es el refugio que te ofrecieron cuando no tenías dónde ir.

Casa es la comunidad que te abrió las puertas sin hacer preguntas.

Casa es el campo de batalla en una guerra no declarada.

Casa es donde tus hijos dieron sus primeros pasos.

Casa es donde festejas cumpleaños.

Casa es la habitación en la que te encierras mientras escuchas reír a otros.

Casa es donde abortas en silencio.

Casa es donde guardas tesoros que temes que algún día vayan a robar.

Casa es la tierra donde tus ancestros pelearon y perdieron.

Casas es la tierra que tus ancestros conquistaron por la fuerza.

Casa es donde entierras a tus muertos.

Casa es donde te sientes libre caminando por la calle.

Casa es donde podés hablar tu idioma o practicar tu religión sin que te miren raro o te acusen.

Casa es donde no temes por tu vida.

Casa es el sentimiento de paz que experimentas cuando estás en la naturaleza.

Casa es el lugar al que ansias volver.

Casa es el lugar al que nunca quieres volver.

Casa es el fin último de todas las odiseas épicas.

Casa es el punto de referencia del cual no te quieres ir cuando eres niño, luchas por salir cuando eres joven y ansías volver cuando eres viejo.

Casa es el punto y la circunferencia.

Casa son las cenizas de un lugar idealizado que jamás existió.

En términos de Toko-pa Turner, las dos grandes preguntas respecto a nuestro sentido de pertenencia son: ¿te has sentido merecedor/a de un lugar en la mesa? y ¿qué tuviste que hacer para ganarte esa silla? Para mi gusto, hacerse en profundidad esos cuestionamientos pueden revelar, por un lado, sentimientos de abandono, traumas y problemas de autoestima y por otro, los mecanismos —que todavía te pueden estar afectando— que pusiste en marcha para sobrellevar esa situación.

Todos somos seres de distancias y lejanías, y es cierto, en gran medida las experiencias del pasado determinan nuestra realidad actual y futura. Lo bueno del caso es que si estás leyendo estas (trasnochadas) líneas, seas quien seas, todavía tienes algún margen de cambio, de libre albedrío para discernir entre lo que te ha sido dado y lo que quieres construir. El sentido de pertenencia no es algo que nos ocurre (o no) a secas, se puede desarrollar, pero para eso es necesario hacerlo consciente, puede que estés a una anáfora de distancia.

 

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Mecanismos de supervivencia al trauma y dinámica víctima-agresor (Parte II) https://diegoduranblog.wpcomstaging.com/2019/08/17/relaciones-toxicas-y-dinamica-victima-agresor-parte-ii/ https://diegoduranblog.wpcomstaging.com/2019/08/17/relaciones-toxicas-y-dinamica-victima-agresor-parte-ii/#comments Sat, 17 Aug 2019 03:37:10 +0000 http://diegoduranblog.wpcomstaging.com/?p=960 En el post anterior nos adentramos en la idea de que la dinámica víctima-agresor es producto de un trauma internalizado que afecta la identidad. En la medida que el trauma —por naturaleza anacrónico— no se hace consciente tenderá a repetirse a nivel interno y relacional. La pregunta, ahora evidente, es ¿cómo superar un trauma?

No me propongo contestar a semejante pregunta en un post, pero sí me interesa proponer algunas ideas. Ruppert (2018) plantea algunas estrategias que no funcionan y otras que sí podrían funcionar. Aquí presentaré en las que sí estoy de acuerdo, me ahorraré las que no y agregaré algunas más que veo frecuentemente en consulta.

Estrategias que sabemos que no funcionan:

El perdón no funciona. Los círculos patológicos relacionales tienden a mantenerse después de una reconciliación. Es esperable que en una relación adictiva ocurran incontables “rupturas” y “reconciliaciones” que intentan parchar heridas profundas. Generalmente, lo perdoné no significa otra cosa que haré de cuenta, por un rato, que esto no ocurrió. Solo hay que sentarse a esperar que una “nueva” situación despierte viejos resentimientos. Aún así creo que es posible alcanzar un perdón verdadero, pero este es siempre un efecto secundario del trabajo con el trauma, no sirve como estrategia directa para superarlo.

La venganza no funciona. Por el contrario, es una forma de alimentar este funcionamiento. La retaliación no ofrece una salida para superar el trauma, este supuesto cambio de posición agrava y cronifica aún más la dinámica víctima-agresor.

La reproducción artística del trauma no funciona. Está muy extendida la idea que a través del “arte” se puede superar traumas. Revivir un trauma produce ansiedad, muchas veces angustia, la reproducción fiel de una escena traumática no permite canalizar estos sentimientos de forma constructiva, es más bien una forma de regodearse en las miserias propias o ajenas. El sentido de las manifestaciones artísticas por lo menos a nivel terapéutico es crear algo nuevo, no repetir de forma compulsiva el sufrimiento sobradamente conocido. El arte sólo puede ayudar a trabajar un trauma si sigue la intuición de que existe una alternativa al drama interno y permite darle forma a un recurso psíquico que todavía no llega a ser vislumbrado con claridad.

La racionalización no funciona. Quien sufre una herida psíquica puede jugar con la idea que goza de un nivel de salud mental superior al que realmente tiene, asegurando por vía intelectual que entiende completamente su problema, negando así su sufrimiento. Refugiarse en explicaciones racionales como “el agresor también ha sufrido mucho”, «eso pasó hace mil años», «no me gusta hablar de cosas feas porque me hace mal» no ayuda a elaborar un trauma. Por este motivo, bendito psicoanálisis, no alcanza con explicar los porqués ni los paraqués, es necesario también contactar con la emoción. El aislamiento emocional por medio a la racionalización es una secuela directa del trauma, por tanto, no sirve para desmantelar su funcionamiento.

Estrategias que sí pueden funcionar:

Localizar el problema. Es importante identificar la dinámica víctima-agresor en uno mismo y en los demás, así como también las estrategias de supervivencia que todavía se mantienen. Para esto, es importante distinguir entre lo urgente y lo importante o, en términos de la Gestalt, entre figura y fondo. En castellano, es necesario diferenciar los problemas actuales —que parecen acuciantes o urgentes— de lo importante, es decir, del trauma que lleva a repetir este tipo de funcionamiento. Localizar un problema reduce la ansiedad porque lo circunscribe, le da un marco que lo hace manejable.

Localizar el problema es también importante para saber cuáles son las promesas, miedos o deseos que hacen que quien está en la posición de víctima muerda el anzuelo. Estos talones de Aquiles generalmente se enmarcan en el miedo a perder una oportunidad o status, miedo al abandono, a un posible daño emocional o perdida de placer.

Comunicación. Si algo puede ser comunicado en detalle, si podemos darle forma a aquello que nos ocurre, entonces el problema se reduce, si es que directamente no deja de existir. La psicopatología puede ser definida como un problema en la comunicación, existe algo que molesta que no tenemos del todo claro qué es y no podemos comunicarlo. Algunas personas que han sufrido un trauma cargan ese sufrimiento en silencio —ya sea por miedo, vergüenza o porque no logran localizarlo—, esto aumenta el malestar. Es importante Vivir para contarlo (o, contarlo para vivir) en un ambiente sano y compasivo donde sea posible expresarse con libertad, evitando juicios de valor. Si a esto le sumamos un terapeuta capaz de traducir este discurso para co-crear una imagen más clara del trauma del paciente, las mejoras no deberían tardar en llegar.

Las películas e historias de terror tienen una función estructurante, nos dan pistas de cómo afrontar un trauma. En El Resplandor, por ejemplo, Stanley Kubrick genera un valle inquietante que nos hace sentir que algo no va bien y no es hasta pasada la mitad de la película que localizamos a la amenaza. En la novela de Stephen King, Eso (It), un grupo de amigos que cargan con un trauma infantil en común se ven obligados, después de veintisiete años, a reunirse y comunicarse —de ahí que la palabra “comunicación” y “comuna” tengan la misma raíz— para darle forma y neutralizar a un viejo adversario en común. Necesitamos comunicar y compartir el sufrimiento, cuando una persona se aísla durante mucho tiempo encapsula el trauma. De ahí que sepamos que de antemano que al personaje que dice “vamos a separarnos” en una película de horror le espera una muerte sangrienta e inminente (aumentan las probabilidades un 92% si es afrodescendiente, latino o la talla de sujetador es XL). La lección de las narrativas de horror es contundente: Podemos prender fuego, disparar, acuchillar, decapitar, bañar en ácido sulfúrico, tirar granadas o bombas molotov, pero las secuelas no tardarán en aparecer. Sólo es posible reducir un trauma si se hace consciente, es decir, si se localiza, si se puede poner en palabras y si se conoce su historia. Los cuentos de terror también nos enseña a tener coraje y a elegir cuidadosamente a nuestros amigos. Me parece curioso que en Mientras escribo, Stephen King (2012) reconoce que las torturas que sufrió por parte de su niñera han sido, hasta ahora, una gran inspiración para escribir novelas y relatos oscuros.

Contar con una buena «teoría del mal«. Los adultos necesitamos para proteger y protegernos una buena teoría que nos permita entender, identificar y alejar amenazas potenciales. Jordan Peterson (2018), hace una pregunta incómoda que me resulta interesante: «¿cómo elige un pedófilo a sus víctimas?». Evidentemente, selecciona al niño más débil, temeroso y retraído, ese es el perfil que le interesa. Difícilmente busque a un niño que tenga una buena capacidad de comunicación y sea asertivo. Por esta razón no es una buena idea incentivar que los niños tengan miedo a los extraños. Primero, porque el miedo puede paralizar y no permitirle hacer frente a la situación y segundo, es más probable que sienta vergüenza o tema el castigo de sus padres por haber desobedecido. Es una mejor estrategia hablarles acerca de estos posibles acercamientos, validar e incentivar su asertividad y asegurar que en caso de que ocurra, es mejor contarlo rápido, pero si no están prontos pueden decirlo en cualquier momento y que siempre se los va a apoyar. (Lo mismo ocurre con prohibir el uso de la fuerza, en algunos casos es sano y necesario defenderse físicamente).

Un buen manual de perversiones nos lo puede dar el Marqués de Sade o el psicoanálisis (Tizón, 2015). Como hemos visto, el perverso seduce y/o coacciona generando dependencia y luego abandona o utilizan ese estado de indefensión para invadir el espacio mental y/o físico del otro.

Otra teoría interesante es La banalidad del mal de Hannah Arendt (1999). Arendt era una filósofa y teórica política judía que siguió el juicio de Adolf Eichmann, un teniente coronel de la SS que se encargó de transportar a millones de personas a campos de concentración. Arendt asistió en Jerusalén al juicio de Eichmann y notó que, contra todo pronóstico, no había un sentimiento antisemita en su discurso. Hasta sus últimas palabras antes de ser condenado a muerte en Israel justificó sus acciones porque, según él, se «limitó a seguir órdenes» de su legislador (Hitler).

No perseguí a los judíos con avidez ni placer. Fue el Gobierno quien lo hizo. La persecución, por otra parte, solo podía decidirla un Gobierno, pero en ningún caso yo. Acuso a los gobernantes de haber abusado de mi obediencia. En aquella época era exigida la obediencia, tal como lo fue más tarde la de los subalternos (Eichmann en Fernando Lizama-Murphy, 2017).

Esta teoría plantea que un agresor, un genocida incluso, se define —a lo Poncio Pilatos— también por la falta de empatía y capacidad crítica, y no necesariamente por un alto grado de sadismo.

Más aún, si decidimos trabajar un trauma hasta el final, es necesario ponerse en la piel del agresor. Se hace preciso sentir lo que él siente, pensar como él piensa y llegar al punto de tener la posibilidad de utilizar esa misma hostilidad en defensa propia. La diferencia está en que la violencia que ejerce un agresor no es deliberada, es desproporcionada, inoportuna y carece de justificación racional (porque es esencialmente inconsciente, como hemos visto, se basa en la repetición compulsiva de un trauma). Si esa violencia se hace consciente y se canaliza oportunamente, deja de ser violencia y pasa a ser agresividad. La agresividad es el motor del cambio que puede llevar a terminar una relación, hacer una denuncia o defenderse físicamente si la oacación lo requiere. Los junguianos llamamos a este proceso integración de la Sombra. Por esta razón, en algunos casos, puede ser útil el uso de juego de roles o la técnica de la silla vacía.

El tiempo no lo cura todo. He visto a personas de sesenta y setenta años llorar desconsoladamente al recordar episodios traumáticos de sus primeros años de vida. Si un trauma no se hace consciente y se expresa, es más probable que tienda a agravarse. El tiempo en sí mismo no sana, pero ayuda a sanar. Una metáfora muy extendida entre psicólogos es la de ver el trauma como una lata de refresco que ha sufrido fuertes golpes, es necesario abrirla lentamente. En otras palabras, es importante ser cautos para no re-escenificar un trauma que no pueda ser elaborado a posteriori. El primer objetivo al momento de trabajar un trauma es mejorar la calidad de vida del paciente, si esto supone no trabajar un trauma en absoluto porque la carga emocional es excesiva, es mejor evitarlo. Quizás no sea el momento, no tiene porqué serlo. Es una práctica iatrogénica pedirle a alguien que reviva un trauma si no se siente preparado para hacerlo.

El tiempo que se vive fuera una relación traumatizante es tiempo ganado. El factor tiempo —siempre y cuando sea posible trabajar progresivamente el trauma— es crucial para gestionar mejor las emociones, aclarar las ideas y generar narrativas más completas y realistas.

Respecto a la pregunta inicial —¿cómo superar un trauma?— seré honesto, creo que un trauma no se supera. Es más, realmente estoy convencido que nadie supera nada.

Cuando nos sentimos faltos de energía y nos «bajan las defensas», reaparecen viejos fantasmas y con ellos, antiguas estrategias de supervivencia. Lo que sí es factible es que con trabajo + tiempo, la fuerza emocional del trauma disminuya y sus síntomas se hagan menos frecuentes, más manejables, los recuerdos negativos comiencen a mermar, resulte más fácil expresar con claridad y seguridad los deseos y sentimientos propios. En suma, es posible, si se hace un trabajo comprometido y sistemático, aprender a vivir con una herida incurable y ganar control sobre nuestras vidas.

Que no es poco.

Bibliografía

Arendt, H. (1999). Eichmann en Jerusalén. Un informe sobre la banalidad del mal. São Paulo: Companhia das Letras.

King, S. (2012). Mientras escribo. Plaza & Janés.

Ruppert, Franz (2018) ¿Quién soy yo en una sociedad traumatizada?. España: Herder.

Tizón, J. L. (2015). Psicopatología del poder: Un ensayo sobre la perversión y la corrupción. Herder Editorial.

Youtube

Jordan Peterson (2018): https://www.youtube.com/watch?v=KtP241Uu2S0&ab_channel=TheArchangel911

Páginas Web

Fernando Lizama-Murphy (4 de agosto de 2017). «El secuestro de Adolf Eichmann»Fernando Lizama-Murphy – Escritor.

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Mecanismos de supervivencia al trauma y dinámica víctima-agresor (Parte I) https://diegoduranblog.wpcomstaging.com/2019/06/23/relaciones-toxicas-y-dinamica-victima-agresor-parte-i/ https://diegoduranblog.wpcomstaging.com/2019/06/23/relaciones-toxicas-y-dinamica-victima-agresor-parte-i/#comments Sun, 23 Jun 2019 20:25:39 +0000 http://diegoduranblog.wpcomstaging.com/?p=819 Teniendo en cuenta que se han escrito infinidad de libros, artículos en revistas e incontables videos en YouTube, he dudado en escribir sobre el tema de «relaciones tóxicas» o “vínculos adictivos”.

La diferencia con muchos artículos ya escritos es que el enfoque de este post está pensando en buscar soluciones de adentro hacia afuera, y no al revés. Estoy convencido que no es posible abandonar completamente un tipo de apego negativo tomando medidas externas sin comprender qué nos motiva a asumir un papel en la dinámica víctima-agresor. O, como bien dice una amiga, un clavo saca a otro, pero deja un agujero en la pared.

No quiero caer en el furor curandis de prometer recetas mágicas, no las hay. Lo que sí existen son alternativas más realistas que otras. En mi experiencia lo único que puede generar un cambio real y sostenido en el tiempo es llegar a un momento de verdad.

Anticipo que este post puede resultar difícil de digerir para aquellos que se encuentran atrapados en una relación de este tipo. No es en ningún caso fácil verse a uno mismo como víctima y/o agresor y, más aún, ser consciente de cuáles son las causas de que esto suceda y se repita.

Antes de continuar, tómate unos segundos para pensar qué tipo de relación o forma de relacionamiento quieres abandonar.

El primer paso es entender qué es y por qué ocurren las relaciones tóxicas o adictivas.

Más allá del diagnóstico

Franz Ruppert (2018) resume la dinámica víctima-agresor planteando que el polo víctima tiene que ver con rasgos del Trastorno Dependiente de la Personalidad (TDP) y el polo del agresor con rasgos del Trastorno Narcisista de la Personalidad (TNP).

Así, las víctimas (TDP) se caracterizan (según el CIE-10) por:

  • Subordinar sus propias necesidades a otros.
  • Estar poco dispuesto a expresar derechos ante las personas de las que dependen.
  • Miedo persistente al abandono.
  • Capacidad limitada para tomar desiciones cotidianas si no cuentan un alto grado asesoramiento y reafirmación por parte de los demás.

Ruppert (2018, p. 149) lo resume de la siguiente manera:

El llamado dependiente adoptada de forma permanente una actitud de sumisión como consecuencia de las experiencias violentas, con la esperanza de que entonces lo acepten y lo amen: ¡hago todo por ti! Esto incluye el masoquismo sexual.

La víctima tiende a vivir en una adicción a la armonía, negando, normalizando y evitando el conflicto a cualquier costo (que siempre es el suyo propio).

El agresor (TNP) se caracteriza (según el DSM-IV) por:

  • Grandioso sentido de autoimportancia.
  • Excesiva preocupación por fantasías de éxito ilimitado, poder, brillantez, belleza o amor imaginarios.
  • Creencia de ser especial y que solo puede ser comprendido por otras personas especiales o de alto status.
  • Sacar provecho de los demás para alcanzar sus propios objetivos.
  • Baja capacidad de empatía.

Ruppert (2018, p. 148) lo resume así:

El llamado «narcisista» quiere imponer las relaciones de amor por la fuerza y hacer olvidar sus vergüenzas personales por medio de sus principales personas de referencia: ¡debes quererme, admirarme y venerarme! Además debes venerar mis proyecciones de amor (Dios, America, Alemania…), si no, estoy dispuesto a humillarte o incluso matarte.

Según Jorge L. Tizón (2015, p. 84), el agresor busca penetrar la mente o el cuerpo de los otros para satisfacer sus necesidades y está convencido que las víctimas están obligadas a aceptar esta intrusión. Para las personas que tienen un comportamiento sádico, afuera está lo oscuro y malvado —que en realidad está disociado de su interior—, no comprenden que todo su esfuerzo está destinado a combatir el trauma con más trauma.

Ahora que «le sacamos la foto» a estos dos personajes internos la pregunta obligada es, ¿por qué este tipo de personas se atraen mutuamente?

El dependiente encuentra en el narcisista un salvador; el narcisista encuentra en el dependiente el contenedor perfecto donde volcar sus fantasías de omnipotencia. A mi modo de ver, generalmente este tipo de relaciones tienen un ingrediente de adicción al drama. La relación dependiente sirve como una excusa perfecta para barrer debajo de la alfombra problemas internos más profundos. Tanto la víctima como el agresor son dependientes, porque estar sin la relación o solos, se concibe como una amenaza para la identidad y un sinsentido.

La solución al problema, entonces, no está en sacar de la ecuación al causante de traumas, sino en el abandono consciente de la dinámica víctima-agresor. (Por este motivo, comenté en una entrevista para el diario La República que no sirve cambiar a una víctima de bullying de colegio, porque este drama interno viaja con él donde sea que vaya).

A las víctimas les cuesta salir de esta situación porque han internalizado la relación víctima-agresor a tal punto que se han apartado cada vez más de su propio yo, sucumbiendo al fatalismo de «es lo que hay», «no es para tanto, tampoco estoy tan mal», «los hombres/mujeres son así».

El camino de salida está en identificar en nuestra propia biografía la condición de víctima y en encontrar una alternativa a las estrategias infantiles de supervivencia al trauma utilizadas en la infancia. La idea no es victimizarse, más bien todo lo contrario, se trata de ganar consciencia y control sobre nuestros propios mecanismos internos.

Los traumas se transmiten de generación en generación. Esto quiere decir que los padres cargan sus estrategias de supervivencia sobre sus hijos, y los hijos, movidos por el amor, hacen malabares para quitarles ese peso de encima a sus padres. En definitiva, los roles se invierten y pasan a ser los hijos quienes terminan protegiendo o identificándose con sus padres (Frankel, 2017; Knox, 2010). Los cuentos infantiles sobre Barba Azul, lobos feroces o malvadas «madrastras», para muchos niños no son fábulas, sino una triste realidad cotidiana.

Cuando los padres no logran darle a sus hijos el contacto físico, contención emocional y amor que necesitan en sus primeras fases del desarrollo, los hijos crecerán con estas carencias y modos de funcionamiento (Bowlby, 1986). En estos casos, el trabajo terapéutico consiste en identificar y hacer consciente los mecanismos de identificación con la víctima/agresor:

Solo cuando las victimas del trauma trabajen expresamente su dolor psíquico reprimido y negado, y sus miedos a la aniquilación, podrán abandonar la relación con el agresor. Este puede ser un proceso largo y costoso. Para ello tienen que recuperar primero su propio yo y su propia voluntad (Ruppert, 2018).

Este proceso en ningún caso es fácil porque ante el trauma la psique busca desterrar de la consciencia las emociones y verdades insoportables.

La pregunta entonces es cómo identificar el trauma primigenio. Aquí planteo doce preguntas que quizás te ayuden a identificarlo:

  1. ¿Hay algo, que para ti sea relevante, que no le hayas contando a nadie durante mucho tiempo?
  2. En tu infancia, ¿te han abandonado o dejado solo/a?
  3. ¿Alguno de tus padres, o alguién mayor a ti, te ha golpeado o castigado, te ha hecho moretones, cortes, arañazos o hecho sangrar durante tu infancia o adolescencia?
  4. ¿Has vivido algún tipo de acercamiento sexual que te haya hecho sentir incómoda/o durante tu infancia o adolescencia?
  5. ¿Has vivenciado algún accidente o has visto algún accidente importante? (el trauma puede ser directo o vicario)
  6. ¿Has tenido la necesidad de intervenir o mediar en la relación de tus padres para «protejerlos» o «cuidarlos» durante tu infancia o adolescencia?
  7. De pequeño, ¿recuerdas sentirte culpable o humillado?
  8. ¿Te han hecho algún tipo de intervensión medica de riesgo o has estado en una situación en la que pensaras que ibas a morir?
  9. ¿Has vivido momentos violentos (gritos, insultos, amenazas) en tu familia, en la escuela o con tu grupo de pares?
  10. ¿Te has sentido humillado o has sido objeto de burla?
  11. ¿Recuerdas tratar de evitar algún tipo de situación durante tu infancia o adolescencia?
  12. ¿Has tenido pesadillas recurrentes durante tu infancia?

Que hayan ocurrido estos hechos no garantiza que exista un trauma —en el 75% de los casos las personas logran des-traumatizarse de forma natural, sin hacer un tratamiento (Wilson, JP (1997)—, pero si alguno de estos hechos guardan todavía una gran carga emocional o crees que pueden explicar tu forma de relacionamiento actual, es algo que conviene revisar. Lo importante no es sólo identificar —de ser posible— en qué momento puntual ocurrió o ocurrieron los traumas, sino también cuáles fueron las estrategias de supervivencia que se pusieron en juego, porque posiblemente sean las mismas que sostienen el círculo vicioso víctima-agresor en la actualidad.

La buena noticia es que más allá del trauma, también tenemos partes sanas. Nuestra parte sana es aquella que nos dice, «Si traumatizo a otras personas, me hago daño a mi mismo. Si lastimo a otros, ese daño volverá a mí«. O, al revés, “Si actúo de forma bienintencionada, me beneficio. Si hago algo positivo por los demás, también gano yo”. Nuestra parte sana, nos permite diagnosticar y salir de este tipo de vínculo como un vampiro huye del ajo.

Nuestras partes dañadas, en cambio, no nos permiten ver claramente y nos llevan a reescenificar el trauma una y otra vez. Cuando una persona está en un estado de supervivencia al trauma, le resultará complicado reconocer el funcionamiento maquiavélico del agresor sin caer ingenuamente en su trampa. Por este motivo, para salir de la posición de víctima, es importante saber cómo funciona la psique del agresor y cuáles son las “manzanas” o “caramelos” que ofrece para seducir o coaccionar a sus víctimas.

Quien estudia las biografías de los causantes de traumas se encuentra con que ellos mismos han sido víctimas —a edades muy tempranas— de algún tipo de abuso, y luego, repitieron estos patrones de forma negativa en la sociedad.

Para los interesados en concer cómo se inicia el funcionamiento víctima-agresor desde el punto de vista psicológico recomiendo Debemos hablar sobre Kevin (2011).

Cuando ocurrió el trauma, la estrategia de supervivencia fue identificarse con el agresor. Han necesitado hacer este movimiento para no sentirse devorados por el trauma. Esta identificación les permitió aumentar su sentido de control y estabilidad psiquica. La lógica interna es: «la vida es un sálvese quien pueda», «si no ataco, me destuyen».

Generalmente las víctimas se sienten aliviadas cuando pueden darse cuenta que la pomposidad y fachada intimidante oculta una persona especialmente vulnerable, frágil y dependiente (este mecanismo se conoce como formación reactiva).

El primer paso que debe dar un agresor para dejar de lado su funcionamiento sádico es identificar en qué momentos él mismo ha sido víctima. Quien consigue reconocer su condición de víctima puede superar con más facilidad su condición de agresor, solo así podrá sentir compasión por sí mismo. De esta manera, no se juzga porque sabe que su condición de agresor es parte de condición de victima. Solo así puede nacer un esfuerzo por repara el daño causado.

En las dinámicas relacionales tóxicas o adictivas, generalmente los roles de víctima y agresor se alternan:

Las personas oscilan entre actitudes de victima y agresor. Las sensaciones de importancia y omnipotencia se van alternando en su interior de manera imprevisible para ellos mismos. Las personas que están atrapadas en la fragmentación victima-agresor en el fondo solo tienen la elección entre implosión y explosión (Ruppert, 2018).

Si estás atravesando por una relación que te genera un daño emocional, me gustaría terminar esta entrada diciéndote:

Nadie te puede hacer sentir menos, si tú no le das ese poder.

Tienes derecho a elegir relaciones que te hagan bien y abandonar las que no, sin tener que dar explicaciones.

No hace falta tener una lista de justificaciones racionales para dejar o continuar una relación.

Nadie tiene derecho a traumatizar a otro, no existe nada que lo justifique.

No necesitas llevar cargas que no sean tuyas.

No comprometas tu integridad por seguir un impulso momentáneo.

No tienes porque seguir normas sociales impuestas por una sociedad traumatizada.

En el próximo post enumero qué estrategias no funcionan y cuáles sí podrían funcionar para salir de este tipo de relaciones.

Bibliografía

Bowlby, J (1986). Vínculos afectivos. Madrid: Morata.

Knox, Jean. Self-agency in psychotherapy: Attachment, autonomy, and intimacy. WW Norton & Company, 2010.

Ruppert, Franz (2018) ¿Quién soy yo en una sociedad traumatizada?. España: Herder.

Tizón, J. L (2015) Psicopatología del poder. Un ensayo sobre la perversión y la corrupción. Herder Editorial.

Uribe, Martha Patricia Ontiveros. «Clasificación Internacional de Enfermedades, Organización Mundial de la Salud. Décima Versión CIE-10.» (2018).

Segal, Daniel L. «Diagnostic and statistical manual of mental disorders (DSM‐IV‐TR).» The Corsini Encyclopedia of Psychology (2010): 1-3.

Wilson, J.P and Keane, T.M (1997) Assessing Psychological Trauma and PTSD. The Guilford Press.

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Identidad e Inmigración – TFM Completo (en PDF) https://diegoduranblog.wpcomstaging.com/2019/06/17/identidad-e-inmigracion-tfm-completo-en-pdf-y-mp3/ https://diegoduranblog.wpcomstaging.com/2019/06/17/identidad-e-inmigracion-tfm-completo-en-pdf-y-mp3/#comments Mon, 17 Jun 2019 12:10:07 +0000 http://diegoduranblog.wpcomstaging.com/?p=803

«Si afrontas de forma suficientemente seria un problema personal,

terminarás resolviendo un problema social»

C. G. Jung.

Dejo aquí mi Trabajo Final del Máster (TFM) en Psicoterapia Analítica Grupal (Universidad de Deusto).

Como regla general, cuando termino un trabajo de esta índole me gusta poner en un cofre el manuscrito, adjuntarle un par de adoquines y tirarlo en medio del atlántico. Me gusta la idea de pasar de un tema a otro, especialmente cuando tengo la impresión que escribí lo que tenía que escribir.

Pero, este no es el caso. Al contrario, haber terminado una maestría haciendo una tesis sobre identidad e inmigración es solo un efecto colateral de un impulso que todavía me lleva a leer, escuchar y escribir acerca de estos asuntos.

Gracias de nuevo a todos los que hicieron la encuesta para inmigrantes, ese feedback me sirvió para saber en qué temas debía hincar el diente, y al resto, por estar delante de la pantalla, algunos de Uds, post a post.

A modo de abstract, diré que se trata de la teoría del desarrollo psicosocial de Erik Erikson adaptada a un grupo de inmigrantes. Siguiendo esta lógica, es posible conocer cuáles son los conflictos fundamentales en cada etapa y posibles resoluciones. Hasta donde sé no se ha adaptado este marco teórico a lo grupal, sin embargo me parece una herramienta válida y útil para conocer las coordenadas evolutivas en las que se encuentra un grupo.

Tendré que advertir que este trabajo está lejos de ser de “interés general”. De todas formas lo pongo a disposición de cualquier psicólogo, psiquiatra, interesados en el grupoanalísis, personas con tendencias masoquistas o con problemas de insomnio. Creo que los trabajos académicos están para ser compartidos, así que aquí lo tienen.

Gracias a todos y saludos desde Bilbao.

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Mantenerse estoico (Parte II) https://diegoduranblog.wpcomstaging.com/2019/04/16/mantenerse-estoico-segunda-parte/ https://diegoduranblog.wpcomstaging.com/2019/04/16/mantenerse-estoico-segunda-parte/#comments Tue, 16 Apr 2019 01:46:31 +0000 http://diegoduranblog.wpcomstaging.com/?p=722 Es difícil buscar un balance entre altruismo y egoísmo, entre el tiempo que dedicamos a los demás y el que invertimos en nosotros mismos. Es fácil, sin embargo, sentirse culpable al caer en la cuenta que dedicamos más tiempo en nuestros que en los demás o, viceversa.

Pero, para los estoicos esta es una falsa oposición. Bajo el concepto de Cosmopolita («ciudadano del cosmos») los filósofos de la estoa proponen una idea sencilla y elegante que consiste en que todos los humanos vivimos interconectados e interdependientes formando una familia extensa ,y por tanto (y también por interés propio), debemos actuar en consecuencia. Cuanto más nos acercamos a la idea de nosotros, más se disuelve la dicotomía yo/otros y más se alinean nuestros intereses con los de la comunidad. Según Marco, existe una fuerza gravitacional prácticamente inquebrantable que nos predispone a formar comunidades:

«Es más fácil encontrar una cosa terrestre que se separe de la tierra que una persona desarraigada de otros seres humanos» (Marco Aurelio, Meditaciones, 9.9.3).

El término cosmopolita fue usado por primera vez por Diógenes de Sinope, que era —si me permiten—, un muchacho bastante particular. Estamos hablando del tipo de persona que uno piensa dos veces antes de presentar a los padres. Diógenes no solo decía lo que pensaba, lo demostraba. Platón lo llamaba el «Sócrates loco», pero era conocido por todos como «el perro» (derivado de kïon, kynós, de ahí el origen del término cínico), defecaba en los teatros, se masturbaba en público y orinaba a los jóvenes que le tiraban huesos y le ladraban. Se podía ver a Diógenes recorrer las calles de Atenas con una linterna, cuando alguien le preguntaba por qué llevaba un candil en plena luz de día respondía que estaba buscando a un hombre honesto (que, por supuesto, nunca aparecía). Cuando se le preguntaba de dónde venía contestaba, «soy ciudadano del cosmos». Diógenes era un filósofo profundamente idealista y fue reconocido en su época como tal (probablemente en nuestro tiempo lo veríamos como un sociópata-esquizofrénico).

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Según cuenta la leyenda, cuando Alejandro Magno visitó a Diógenes le preguntó al indigente qué podía hacer por él. Su respuesta fue: «muevete que me tapas el sol».  A Alejandro le pareció divertida la ocurrencia y replicó: «Si no fuera Alejandro, me gustaría ser Diógenes».

A lo que iba, los estoicos nos dicen que debemos vivir nuestras vidas «de acuerdo a la naturaleza», es más, que estamos «determinados por la naturaleza».

Respecto a lo primero, vivir de acuerdo a la naturaleza, para los estoicos, es ejercer el amor racional hacia todos los seres que vivimos en esta gran ciudad cósmica. Respecto a lo segundo, los seres humanos no podemos —por más que lo intentemos— esquivar el destino que se nos ha otorgado por naturaleza.

El determinismo estoico supone que solo ocurre lo que tiene que ocurrir de acuerdo a una secuencia o una reacción en cadena que determina todos los acontecimientos desde el comienzo de los tiempos hasta este preciso instante, hasta este post, hasta que termines de leer esta frase. No podemos esperar que las cosas ocurran de otra manera, las cartas están echadas.

Posiblemente quien mejor haya cristalizado la idea de aceptar las cosas como son, sin arrepentimientos y sin resentimientos (por lo menos en papel), haya sido Nietzsche cuando desarrolla el concepto de Amor Fati:

«Quiero aprender cada vez mejor, a ver lo necesario de las cosas como bello -así seré de los que vuelven bellas las cosas. ¡Amor fati: que ese sea en adelante mi amor! No quiero librar batalla a lo feo. No quiero acusar, no quiero ni siquiera acusar a los acusadores. ¡Apartar la mirada, que sea ésta mi única negación! Y, en definitiva, y en grande: ¡quiero ser, un día, uno que sólo dice sí!» (Nietzsche, Ecce Homo, Sección XX).

Pero, ¿qué sentido tiene actuar pensando en el futuro si todo está determinado?

Contrario a la creencia popular, la aceptación estoica no es sinónimo de resignación. De esta manera, si un estoico se encuentra en una relación abusiva, no se espera que la continúe, sino más bien que tome acción para terminarla. Crisipo refutó esta forma de fatalismo bajo el nombre de «argumento perezoso» (argos logos) porque intenta justificar la pereza mental y comportamental. Los eventos no están determinados para que ocurran de una forma en particular, más allá de lo que hagamos, sino en sintonía con lo que hacemos. Nuestros  pensamientos y acciones son necesarios como una parte del «entretejido de causas» que configuran el cosmos. Por tanto, cómo se den los eventos todavía depende (en parte) de nuestras acciones (Robertson, 2018).

Entonces, ¿todo está determinado, pero al mismo tiempo no? Predeciblemente, para entender esto voy a recurrir a Carl Gustav. Jung planteaba que el proceso de individuación supone llegar a ser uno mismo, al mismo tiempo que estar en sintonía con una matriz inconsciente o Totalidad (el Self junguiano). Se trata de percibirse como un nódulo diferenciado que forma parte de una red infinita. En otras palabras, los ciclos humanos son inevitables como lo es el crecimiento, el envejecimiento y la muerte, podemos atenuar o acelerar procesos de acuerdo a nuestro estilo de vida, pero los procesos ocurrirán, tal como siempre han ocurrido.  Jung hablaba de un proceso de individuación natural, el que se da por sí mismo sin intervensión externa, o asistida, cuando la psicoterapia sirve para catalizar el proceso. El propósito fundamental de la psicoterapia jungiana es la descentralización del ego. Jung entendía que el sufrimiento humano ocurre cuando estamos demasiado ensimismados en nosotros mismos (“¡¿por qué le pasa esto a la gente buena como YO?!”) y perdemos la posibilidad de vivenciar una realidad que nos trasciende (por este motivo la psicología junguiana se enmarca dentro de la psicología transpersonal).

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En 1950, en Bollingen (Suiza), Jung esculpió esta piedra basándose en frases alquímicas: «Yo soy un huérfano solitario; sin embargo, se me encuentra en todas partes. Yo soy uno, pero opuesto a mí mismo. Soy joven y viejo a la vez. No he conocido padre ni madre, porque han tenido que sacarme del mar como a un pez, o caí como una piedra blanca desde el cielo. Por bosques y montañas paseo, pero estoy oculto en lo más íntimo del alma del hombre. Soy mortal para todos, sin embargo no me afecta el ciclo de los eones».

Como vimos en el post anterior, las otras personas se encuentran dentro de las cosas que no podemos controlar, por tanto, deberíamos permanecer indiferentes ya que no contribuyen directamente a nuestra felicidad o eudaimonia. Pero, para los estoicos la virtud que poseen los demás constituye un caso especial. La bondad de los otros moviliza nuestro afecto y amistad, no porque tengamos el propósito de obtener alguna ventaja concreta, sino porque es un reflejo de nuestra propia potencialidad. Por ejemplo, Cicero (1964) se refiere a su amigo Laelius en Sobre la amistad diciendo «nada en el mundo está tan en armonía con la Naturaleza como la verdadera amistad, un profundo acuerdo en sentimientos y valores entre dos personas bajo la base de la buena voluntad y el afecto». Los estoicos son capaces de vivir sin amigos, pero prefieren no hacerlo. Es más, Séneca comenta que el sabio es aquel que gusta de tener amigos, pero sabe que no los precisa para ser feliz. Esta idea es parecida a los vínculos por necesidad (“necesito del otro para sentirme yo mismo”) y los vínculos por placer (“disfruto estando con el otro”) que propone el psicoanálisis. De alguna forma, amarse a uno mismo es amar a los demás de acuerdo con una ley de correspondencia. En concordancia con el psicoanalista español Jorge Tizón (2015), los estoicos también sostenían que la maldad («perversión») es aprendida.

Desde el punto de vista psicológico la tendencia natural se dirige hacia la hermandad, si eventos traumáticos obstaculizan esta tendencia, la búsqueda de afecto se manifestará de forma disfuncional, mediante el sadismo o masoquismo (o la ira, agregaría Séneca). Los psiquiatras y psicólogos infantiles tienen un dicho, «niño agresivo, niño agredido» (estoy seguro también es extrapolable a adultos). 

En lo que a mi respecta, cuando trabajo con ciudadanos (ni pacientes, ni clientes) puedo equivocarme, prácticas que hace unos años eran comunes en psicoterapia ahora se consideran iatrogénicas, ideas que antes que dábamos por sentado, nos parecen ahora retrogradas y de mal gusto. Con el diario de ayer es fácil encontrar horrores, sin embargo, creo que es posible reducir ese margen ampliando el círculo de compasión o, como bien sentenció Bertrand Russell, «el amor es sabio, el odio es tonto» (o contra natura). 

Por supuesto, siempre existe la posibilidad de ir en contra de nosotros mismos. En cuyo caso, el viejo Epicteto (1995) —sospecho con cierta ironía— nos regala un concejo, entre espiritual y mercantilista:

«Considera a qué precio vendes tu integridad, pero por el amor a Dios, no la vendas barata» (Epicteto, Discursos, 1.2.33).

Bibliografía

Aurelio, M. (2018). Meditaciones. Editorial Verbum.

Epictetus (1995). The discourses of Epictetus. JM Dent.

Robertson, D. (2018). Stoicism and the Art of Happiness: Practical wisdom for everyday life: embrace perseverance, strength and happiness with stoic philosophy. Hachette UK.

Nietzsche, F. W. (2004). Ecce Homo: How One Becomes what One is; The Antichrist: a Curse on Christianity. Algora Publishing.

Tizón, J. L. (2015). Psicopatología del poder: Un ensayo sobre la perversión y la corrupción. Herder Editorial.

Seneca, S. (2016). Letters from a Stoic. Xist Publishing

Séneca, L. A. (1995). Epístolas morales a Lucilo (libros I-IX). Planeta DeAgostini,.

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Sobre inmigrantes que se han ido e inmigrantes que nunca se fueron https://diegoduranblog.wpcomstaging.com/2018/09/10/360/ https://diegoduranblog.wpcomstaging.com/2018/09/10/360/#comments Mon, 10 Sep 2018 23:53:21 +0000 http://diegoduranblog.wpcomstaging.com/2018/09/10/360/ Hablar de inmigración es hablar de desarraigo. Un par de meses antes de venir a España leí Walden de David Thoreau (1945). En ese clásico interminable, Thoreau hace una pregunta fundamental que desde entonces sobrevuela mi cabeza:

«¿Qué clase de espacio es el que separa a un hombre de sus semejantes y le hace solitario?»

A veces me pregunto cómo se mide la soledad o el desarraigo. ¿A partir de qué distancia podemos decir que alguien está solo? ¿Se mide en centímetros, metros, kilómetros? ¿En días, meses, años? ¿En kilobytes, megabytes, gigabytes?. Es difícil precisar, porque más allá de las motivaciones económicas, políticas y sociales que llevan a una persona a emigrar, la inmigración es un fenómeno psicológico complejo (Czubinska, 2017) repleto de paradojas.

Es posible sentirse desarraigado viviendo como un inmigrante que nunca emigró. Uno puede alejarse de lo viejo sin llegar nunca a lo nuevo. También es posible que partes de uno mismo queden perdidas en tránsito. La migración –física y/o mental–, supone un problema de identidad. Quiero decir, habitan en mí dos personas distintas, el de antes de emigrar y el de ahora, el que vivía en Uruguay y el que vive en España.

En este post explicaré porqué entiendo que vivir (satisfactoriamente) en un país o región extranjera supone llegar a un entendimiento con ambas identidades.

Antes de continuar, para evitar cualquier tipo de confusión terminológica, dejo aquí un tweet de Pérez-Reverte donde explica a todas luces la diferencia entre migración, inmigrante y emigrante:

Más allá del cliché

Una semana antes de mi partida, mi tía abuela, Selva Casal —en aquel entonces de ochenta y nueve añitos— me escribió en una hoja de cuaderno Papiros el siguiente poema:

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«No te has de ir» y «para viajar hay que olvidarlo todo» son dos afirmaciones contradictorias e igualmente válidas. Para Donald Winnicott –a diferencia de muchos psicoanalistas– la salud mental no es solo la ausencia de enfermedad, para él existía una diferencia sustancial entre estar vivo y sentirse vivo, entre un yo real y un yo falso. Winnicott se pregunta:

«¿Dónde estamos (si es que estamos en absoluto)? ¿Dónde estamos cuando hacemos aquello que hacemos la mayor parte del tiempo, estamos disfrutando de nosotros mismos?»

Según Winnicott, la salud mental es sinónimo de «sentirse en casa», donde sea que uno esté (agrego yo). A la inversa, la enfermedad mental –y la dificultad de integración al contexto– supone vivir en un limbo, en un espacio intermedio que no es ni una cosa ni la otra.

Se puede aprender una cultura distinta de forma vicaria, pero no es posible integrar sus nuances sin estar viviendo dentro de esa cultura. Por esta razón, el cliché imperativo de «no te olvides de tus raíces» –que más que un consejo, olfateo un «no te olvides de mí»– me resulta en parte injusto, porque es fundamental desatender la mochila cultural previa para adaptarse a la nueva situación. El problema en todo caso es, cómo establecer una continuidad de aquellas partes –forzosamente– escindidas entre el yo pre y post migración.

Más allá de la subjetividad de los pasaportes, la identidad (el yo) es por naturaleza contradictoria. Así lo resume Grazyna Czubinska:

«por un lado, supone una continuidad, la esencia de la persona, y por el otro, incluye procesos que están basados en una interacción constante entre lo externo y lo interno. Podemos concluir que la identidad es producto de un ambiente inestable en constante cambio» (Czubinska, 2017, p. 164).

Y continúa:

«La integración temporal permite establecer una continuidad en el tiempo, integrar diferentes representaciones del yo al darle un sentido de mismidad. La integración social viene de la mano con establecer un sentido de pertenencia» (Czubinska, 2017, p. 166).

La adaptación a un nuevo ambiente, supone entonces, la capacidad de trasladarse de una cultura a otra sin perder ninguna de las dos. Es posible tener raíces en dos o más sitios, pero para eso, la capacidad de soltar lo viejo para vivir la realidad cotidiana presente representa una condición sine qua non.

Lingüística

Cada territorio tiene un lenguaje o un dialecto distintivo, una melodía que no puede ser fácilmente replicada ni adquirida. Grinberg y Grinberg comentan este fenómeno:

«Creémos que los inmigrantes en general tiene mayor dificultad que los niños para identificarse con el ambiente y absorber el lenguaje. Cuando intentan aprenderlo, los adultos tienden a adquirir vocabulario y gramática de una forma racional; pero no el acento, la entonación y el ritmo. Eso es, la música del idioma, tal como hace un niño» (Grinberg y Grinberg, 1989, p. 109)

La brecha en la integración se agrava, por supuesto, cuando el inmigrante no maneja con fluidez el idioma del nuevo país o región. Incluso viviendo en un territorio donde se habla la misma lengua, las diferencias pueden ser de todas formas sustanciales. En mi caso, he aprendido “mazo” y “mogollón” de palabras que desconocía (algunas en euskera), pero mi acento permanece inmutable. Teniendo en cuenta que vine a España cuando tenía treinta y dos años, mi suerte lingüística está en gran medida echada. El acento montevideano –que arrastro como un bolsa de papas (y patatas, también)– es precisamente el componente más distintivo de mi ideolecto. Para mi gusto, esa “excentricidad” es uno de los factores que me permite darle continuidad a mi identidad y –contra todo pronóstico– lo considero un facilitador para la integración a mi nuevo entorno inmediato.

Egocídio

Comenzar una nueva vida conlleva sacrificios. Una parte de nosotros, de nuestro ego, tiene que morir para dar lugar a una nueva. Este proceso es siempre doloroso porque partes arraigadas a nuestra identidad se pierden. En mi caso quise cortar de raíz con la idea de éxito laboral como sinónimo de llenar mi agenda de pacientes, buscaba algo más, tenía que haber algo más, de alguna forma necesitaba sentirme vivo. Emigrar físicamente me ha ayudado en este proceso, pero no creo que sea la única forma de hacer esta mudanza. Cambiar de posición requiere coraje, tiempo de incubación, paciencia y tener claro que no es posible hacer un baipás del sufrimiento, natura non facit saltus.

Vivir como extranjero exacerba nuestros sentidos, funciones que no sabíamos que teníamos se comienzan a desplegar sobre la marcha. Hay mucho de intuición en este proceso, en quién confiar, dónde vivir y qué riesgos estamos dispuestos a correr, son preguntas que no pueden responderse exclusivamente en un nivel racional (más aún, para un recién llegado que no conoce la enorme mayoría de las piezas del puzzle). El peregrino vive y sobrevive por medio de intuiciones y sincronicidades.

Cuando tuve claro que quería emigrar de Uruguay empecé a postularme a distintas becas y universidades, pero me costaba imaginarme dónde me sentiría más cómodo. Tenía que elegir dónde vivir entre ciudades que nunca había visitado, o que había pasado por ellas raudamente, como el más incauto de los turistas. En ese período soñé con una araña muy similar a las que había visto en La guerra de los mundos y Enemy. Días más tarde, me surgió la oportunidad de venir a Bilbao (donde sea que quedara eso). Cuando empecé a ver fotos de la ciudad en Google Imágenes, reconocí de inmediato la araña con la que había soñado y tuve claro que esta era la ciudad. Actualmente vivo a seiscientos metros del majestuoso arácnido.

Maman de Louise Bourgeois (1999). La escultura pesa veintidós toneladas y mide diez metros de altura. Pese a su apariencia temible, esta araña es un cálido tributo a la madre de Bourgeois, que se dedicaba a tejer tapices y falleció cuando ella tenía veintiún años. La obra alude a la fortaleza de su progenitora haciendo referencia a actividades como hilar, tejer, alimentar y proteger.

Psicoterapia

Hay más bien poco escrito respecto a la psicología de la inmigración, aún así, las preguntas que se hacen distintos autores son en esencia: qué efectos tiene el cambio migratorio en nuestros pacientes y qué tipo de defensas usan para para mantener el equilibrio psíquico cuando se enfrentan a la pérdida de lo familiar.

El impacto de la inmigración puede abrir heridas pasadas e inseguridades, por este motivo, no quisiera terminar esta entrada sin comentar brevemente tres fenómenos psicológicos asociados con la inmigración que aún no he mencionado:

Uno, existe una primera etapa de comparación con el país de origen, esta comparación es lingüística («¿cómo se dice allá y como se dice acá?»), de costumbres, valores, geográfica y de comodidades propias de cada ciudad. Este proceso representa el primer contrapunto respecto a la idealización inicial del nuevo país. También es frecuente llegar a un país o región extranjera con la mochila –inconsciente– del “nosotros y ellos” o “ellos y yo”. Esta visión polarizada, con el correr del tiempo y en el mejor de los casos, se va desarticulando –o “olvidando”– durante el proceso de inmersión cultural. Este mecanismo de proyección masiva forma parte de cómo cada cultura se ve a sí misma, y a las demás, por contraste. Descartando la posibilidad que nuestro paciente esté siendo excluido por pertenecer a alguna raza o etnia segregada por el nuevo país o región, cuando la persona no logra sentirse parte de la cultura en la que vive, esta forma de pensamiento individual puede derivar en autoexclusión o funcionamiento de gueto. Por este motivo es importante que pueda diferenciar entre el imaginario social y las personas particulares que configuran su realidad inmediata.

Dos, hipersensibilidad. Al tener el recién llegado un grupo más reducido de personas cercanas, cada acercamiento y desencuentro cobra una escala que sería impensable en su país o región de origen. El saltar de un grupo humano a otro permite regular los afectos al repartir la emotividad en varias personas, cuando esto no es posible, es más probable que las relaciones nuevas cobren una intensidad desproporcionada. Mientras el inmigrante comienza a ampliar su circulo de personas significativas dentro del nuevo territorio, es conveniente que pueda hacerse tiempo para estar solo y digerir por sí mismo sus emociones antes de ser volcadas a los demás.

Tres, vivir en otro país puede no ser un problema en absoluto para nuestros pacientes. En caso que así sea, la tarea del psicólogo o consejero, deberá ser establecer una conexión que permita revisitar el pasado con el propósito de restablecer un puente con la realidad actual. Se trata de un reculer pour mieux sauter o una ida hacia el pasado para tomar impulso, con la intencionalidad de robustecer el fluido punto intermedio donde se encuentra la identidad personal e interpersonal.

Lic. Diego Durán. Psicólogo Clínico.

Bibliografía

Caldwell, L., & Joyce, A. (2014). Essentially Winnicott: creating psychic health. British Journal of Psychotherapy, 30(1), 18-32.

Czubinska, G. (2017). Migration as an Unconscious Search for Identity: Some Reflections on Language, Difference and Belonging. British Journal of Psychotherapy, 33(2), 159-176.

Grinberg, L., & Grinberg, R. (1989). Psychoanalytic perspectives on migration and exile. Yale University Press.

Thoreau, H. D., & Gambolini, G. (1945). Walden o la vida en los bosques. Emecé Editores

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Bullying en Uruguay https://diegoduranblog.wpcomstaging.com/2018/07/24/bullying-en-uruguay/ https://diegoduranblog.wpcomstaging.com/2018/07/24/bullying-en-uruguay/#respond Tue, 24 Jul 2018 23:17:45 +0000 http://diegoduranblog.wpcomstaging.com/2018/07/24/bullying-en-uruguay/ Entrevista de Atonietta Gaudio – 25 de Julio, 2017, para el diario La República.

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