inmigrantes – Ps. Diego Durán https://diegoduranblog.wpcomstaging.com Psicólogo Clínico Bilingüe. Licenciado en Psicología/Master en Psicoterapia. Tue, 08 Mar 2022 02:19:38 +0000 es hourly 1 https://diegoduranblog.wpcomstaging.com/wp-content/uploads/2021/01/cropped-icono-1-150x150.png?crop=1 inmigrantes – Ps. Diego Durán https://diegoduranblog.wpcomstaging.com 32 32 117911546 Sentirse en casa https://diegoduranblog.wpcomstaging.com/2021/11/19/sentirse-en-casa/ https://diegoduranblog.wpcomstaging.com/2021/11/19/sentirse-en-casa/#respond Fri, 19 Nov 2021 01:22:12 +0000 https://diegoduranblog.wpcomstaging.com/?p=7034

Cambiar de país transformó mi vida, pero no en el sentido de un cliché-idealista-new-age, no. Mi vida cambió al darme cuenta que mi antiguo yo que pensaba muerto y enterrado aparece de vez en cuando con una risa burlona para recordarme que soy Otro, , y El Mismo, también. Ya sea por un juego de espejos, un karma relacional o una pesadilla borgiana, lo que llamo ahora “casa” no resulta tan distinto a lo que vivía antes, pese a que el escenario cambió de forma radical. Juro que esto tiene un punto

La forma que tenemos de sentirnos en casa es más compleja que la imagen bucólica del clásico wallpaper de una cabaña de madera, en un lugar improbable, con un pórtico en la entrada y piso de roble recién encerado por quién sabe quién. Nuestra visión de hogar está teñida indefectiblemente por la historia que nos enorgullece y la que intentamos ocultar de nosotros mismos. Porque casa, en definitiva, es un concepto complejo, fluido, subjetivo, que reúne un espacio físico, psicológico y espiritual. Para ser más claro, una anáfora:

Casa es el país o continente que elegiste para vivir.

Casa son las coordenadas que marca Google Maps.

Casa es la hipoteca que nunca terminas de pagar.

Casa es donde podés pasar todo el día mirando Netflix descalzo o con las medias agujereadas.

Casa son emociones físicas adheridas a recuerdos de la infancia.

Casa es el cuerpo que habitas y que apenas reconoces en el espejo.

Casa es la red de personas que siempre están ahí cuando las necesitas.

Casa es un lugar donde muebles polvorientos, telas de araña y platos en el fregadero te acusan de descuidado y perezoso.

Casa es un templo sagrado que debe estar siempre impoluto.

Casa es donde miras pornografía, tomas alcohol hasta dormirte y lloras sin que nadie te vea.

Casa es donde te maltrataron, abusaron y violaron aquellos que debieron cuidar de ti.

Casa es lo que ocurre hasta que escuchas el ruido de la cerradura.

Casa es el refugio que te ofrecieron cuando no tenías dónde ir.

Casa es la comunidad que te abrió las puertas sin hacer preguntas.

Casa es el campo de batalla en una guerra no declarada.

Casa es donde tus hijos dieron sus primeros pasos.

Casa es donde festejas cumpleaños.

Casa es la habitación en la que te encierras mientras escuchas reír a otros.

Casa es donde abortas en silencio.

Casa es donde guardas tesoros que temes que algún día vayan a robar.

Casa es la tierra donde tus ancestros pelearon y perdieron.

Casas es la tierra que tus ancestros conquistaron por la fuerza.

Casa es donde entierras a tus muertos.

Casa es donde te sientes libre caminando por la calle.

Casa es donde podés hablar tu idioma o practicar tu religión sin que te miren raro o te acusen.

Casa es donde no temes por tu vida.

Casa es el sentimiento de paz que experimentas cuando estás en la naturaleza.

Casa es el lugar al que ansias volver.

Casa es el lugar al que nunca quieres volver.

Casa es el fin último de todas las odiseas épicas.

Casa es el punto de referencia del cual no te quieres ir cuando eres niño, luchas por salir cuando eres joven y ansías volver cuando eres viejo.

Casa es el punto y la circunferencia.

Casa son las cenizas de un lugar idealizado que jamás existió.

En términos de Toko-pa Turner, las dos grandes preguntas respecto a nuestro sentido de pertenencia son: ¿te has sentido merecedor/a de un lugar en la mesa? y ¿qué tuviste que hacer para ganarte esa silla? Para mi gusto, hacerse en profundidad esos cuestionamientos pueden revelar, por un lado, sentimientos de abandono, traumas y problemas de autoestima y por otro, los mecanismos —que todavía te pueden estar afectando— que pusiste en marcha para sobrellevar esa situación.

Todos somos seres de distancias y lejanías, y es cierto, en gran medida las experiencias del pasado determinan nuestra realidad actual y futura. Lo bueno del caso es que si estás leyendo estas (trasnochadas) líneas, seas quien seas, todavía tienes algún margen de cambio, de libre albedrío para discernir entre lo que te ha sido dado y lo que quieres construir. El sentido de pertenencia no es algo que nos ocurre (o no) a secas, se puede desarrollar, pero para eso es necesario hacerlo consciente, puede que estés a una anáfora de distancia.

 

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Identidad e Inmigración – TFM Completo (en PDF) https://diegoduranblog.wpcomstaging.com/2019/06/17/identidad-e-inmigracion-tfm-completo-en-pdf-y-mp3/ https://diegoduranblog.wpcomstaging.com/2019/06/17/identidad-e-inmigracion-tfm-completo-en-pdf-y-mp3/#comments Mon, 17 Jun 2019 12:10:07 +0000 http://diegoduranblog.wpcomstaging.com/?p=803

«Si afrontas de forma suficientemente seria un problema personal,

terminarás resolviendo un problema social»

C. G. Jung.

Dejo aquí mi Trabajo Final del Máster (TFM) en Psicoterapia Analítica Grupal (Universidad de Deusto).

Como regla general, cuando termino un trabajo de esta índole me gusta poner en un cofre el manuscrito, adjuntarle un par de adoquines y tirarlo en medio del atlántico. Me gusta la idea de pasar de un tema a otro, especialmente cuando tengo la impresión que escribí lo que tenía que escribir.

Pero, este no es el caso. Al contrario, haber terminado una maestría haciendo una tesis sobre identidad e inmigración es solo un efecto colateral de un impulso que todavía me lleva a leer, escuchar y escribir acerca de estos asuntos.

Gracias de nuevo a todos los que hicieron la encuesta para inmigrantes, ese feedback me sirvió para saber en qué temas debía hincar el diente, y al resto, por estar delante de la pantalla, algunos de Uds, post a post.

A modo de abstract, diré que se trata de la teoría del desarrollo psicosocial de Erik Erikson adaptada a un grupo de inmigrantes. Siguiendo esta lógica, es posible conocer cuáles son los conflictos fundamentales en cada etapa y posibles resoluciones. Hasta donde sé no se ha adaptado este marco teórico a lo grupal, sin embargo me parece una herramienta válida y útil para conocer las coordenadas evolutivas en las que se encuentra un grupo.

Tendré que advertir que este trabajo está lejos de ser de “interés general”. De todas formas lo pongo a disposición de cualquier psicólogo, psiquiatra, interesados en el grupoanalísis, personas con tendencias masoquistas o con problemas de insomnio. Creo que los trabajos académicos están para ser compartidos, así que aquí lo tienen.

Gracias a todos y saludos desde Bilbao.

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Mantenerse estoico (Parte II) https://diegoduranblog.wpcomstaging.com/2019/04/16/mantenerse-estoico-segunda-parte/ https://diegoduranblog.wpcomstaging.com/2019/04/16/mantenerse-estoico-segunda-parte/#comments Tue, 16 Apr 2019 01:46:31 +0000 http://diegoduranblog.wpcomstaging.com/?p=722 Es difícil buscar un balance entre altruismo y egoísmo, entre el tiempo que dedicamos a los demás y el que invertimos en nosotros mismos. Es fácil, sin embargo, sentirse culpable al caer en la cuenta que dedicamos más tiempo en nuestros que en los demás o, viceversa.

Pero, para los estoicos esta es una falsa oposición. Bajo el concepto de Cosmopolita («ciudadano del cosmos») los filósofos de la estoa proponen una idea sencilla y elegante que consiste en que todos los humanos vivimos interconectados e interdependientes formando una familia extensa ,y por tanto (y también por interés propio), debemos actuar en consecuencia. Cuanto más nos acercamos a la idea de nosotros, más se disuelve la dicotomía yo/otros y más se alinean nuestros intereses con los de la comunidad. Según Marco, existe una fuerza gravitacional prácticamente inquebrantable que nos predispone a formar comunidades:

«Es más fácil encontrar una cosa terrestre que se separe de la tierra que una persona desarraigada de otros seres humanos» (Marco Aurelio, Meditaciones, 9.9.3).

El término cosmopolita fue usado por primera vez por Diógenes de Sinope, que era —si me permiten—, un muchacho bastante particular. Estamos hablando del tipo de persona que uno piensa dos veces antes de presentar a los padres. Diógenes no solo decía lo que pensaba, lo demostraba. Platón lo llamaba el «Sócrates loco», pero era conocido por todos como «el perro» (derivado de kïon, kynós, de ahí el origen del término cínico), defecaba en los teatros, se masturbaba en público y orinaba a los jóvenes que le tiraban huesos y le ladraban. Se podía ver a Diógenes recorrer las calles de Atenas con una linterna, cuando alguien le preguntaba por qué llevaba un candil en plena luz de día respondía que estaba buscando a un hombre honesto (que, por supuesto, nunca aparecía). Cuando se le preguntaba de dónde venía contestaba, «soy ciudadano del cosmos». Diógenes era un filósofo profundamente idealista y fue reconocido en su época como tal (probablemente en nuestro tiempo lo veríamos como un sociópata-esquizofrénico).

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Según cuenta la leyenda, cuando Alejandro Magno visitó a Diógenes le preguntó al indigente qué podía hacer por él. Su respuesta fue: «muevete que me tapas el sol».  A Alejandro le pareció divertida la ocurrencia y replicó: «Si no fuera Alejandro, me gustaría ser Diógenes».

A lo que iba, los estoicos nos dicen que debemos vivir nuestras vidas «de acuerdo a la naturaleza», es más, que estamos «determinados por la naturaleza».

Respecto a lo primero, vivir de acuerdo a la naturaleza, para los estoicos, es ejercer el amor racional hacia todos los seres que vivimos en esta gran ciudad cósmica. Respecto a lo segundo, los seres humanos no podemos —por más que lo intentemos— esquivar el destino que se nos ha otorgado por naturaleza.

El determinismo estoico supone que solo ocurre lo que tiene que ocurrir de acuerdo a una secuencia o una reacción en cadena que determina todos los acontecimientos desde el comienzo de los tiempos hasta este preciso instante, hasta este post, hasta que termines de leer esta frase. No podemos esperar que las cosas ocurran de otra manera, las cartas están echadas.

Posiblemente quien mejor haya cristalizado la idea de aceptar las cosas como son, sin arrepentimientos y sin resentimientos (por lo menos en papel), haya sido Nietzsche cuando desarrolla el concepto de Amor Fati:

«Quiero aprender cada vez mejor, a ver lo necesario de las cosas como bello -así seré de los que vuelven bellas las cosas. ¡Amor fati: que ese sea en adelante mi amor! No quiero librar batalla a lo feo. No quiero acusar, no quiero ni siquiera acusar a los acusadores. ¡Apartar la mirada, que sea ésta mi única negación! Y, en definitiva, y en grande: ¡quiero ser, un día, uno que sólo dice sí!» (Nietzsche, Ecce Homo, Sección XX).

Pero, ¿qué sentido tiene actuar pensando en el futuro si todo está determinado?

Contrario a la creencia popular, la aceptación estoica no es sinónimo de resignación. De esta manera, si un estoico se encuentra en una relación abusiva, no se espera que la continúe, sino más bien que tome acción para terminarla. Crisipo refutó esta forma de fatalismo bajo el nombre de «argumento perezoso» (argos logos) porque intenta justificar la pereza mental y comportamental. Los eventos no están determinados para que ocurran de una forma en particular, más allá de lo que hagamos, sino en sintonía con lo que hacemos. Nuestros  pensamientos y acciones son necesarios como una parte del «entretejido de causas» que configuran el cosmos. Por tanto, cómo se den los eventos todavía depende (en parte) de nuestras acciones (Robertson, 2018).

Entonces, ¿todo está determinado, pero al mismo tiempo no? Predeciblemente, para entender esto voy a recurrir a Carl Gustav. Jung planteaba que el proceso de individuación supone llegar a ser uno mismo, al mismo tiempo que estar en sintonía con una matriz inconsciente o Totalidad (el Self junguiano). Se trata de percibirse como un nódulo diferenciado que forma parte de una red infinita. En otras palabras, los ciclos humanos son inevitables como lo es el crecimiento, el envejecimiento y la muerte, podemos atenuar o acelerar procesos de acuerdo a nuestro estilo de vida, pero los procesos ocurrirán, tal como siempre han ocurrido.  Jung hablaba de un proceso de individuación natural, el que se da por sí mismo sin intervensión externa, o asistida, cuando la psicoterapia sirve para catalizar el proceso. El propósito fundamental de la psicoterapia jungiana es la descentralización del ego. Jung entendía que el sufrimiento humano ocurre cuando estamos demasiado ensimismados en nosotros mismos (“¡¿por qué le pasa esto a la gente buena como YO?!”) y perdemos la posibilidad de vivenciar una realidad que nos trasciende (por este motivo la psicología junguiana se enmarca dentro de la psicología transpersonal).

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En 1950, en Bollingen (Suiza), Jung esculpió esta piedra basándose en frases alquímicas: «Yo soy un huérfano solitario; sin embargo, se me encuentra en todas partes. Yo soy uno, pero opuesto a mí mismo. Soy joven y viejo a la vez. No he conocido padre ni madre, porque han tenido que sacarme del mar como a un pez, o caí como una piedra blanca desde el cielo. Por bosques y montañas paseo, pero estoy oculto en lo más íntimo del alma del hombre. Soy mortal para todos, sin embargo no me afecta el ciclo de los eones».

Como vimos en el post anterior, las otras personas se encuentran dentro de las cosas que no podemos controlar, por tanto, deberíamos permanecer indiferentes ya que no contribuyen directamente a nuestra felicidad o eudaimonia. Pero, para los estoicos la virtud que poseen los demás constituye un caso especial. La bondad de los otros moviliza nuestro afecto y amistad, no porque tengamos el propósito de obtener alguna ventaja concreta, sino porque es un reflejo de nuestra propia potencialidad. Por ejemplo, Cicero (1964) se refiere a su amigo Laelius en Sobre la amistad diciendo «nada en el mundo está tan en armonía con la Naturaleza como la verdadera amistad, un profundo acuerdo en sentimientos y valores entre dos personas bajo la base de la buena voluntad y el afecto». Los estoicos son capaces de vivir sin amigos, pero prefieren no hacerlo. Es más, Séneca comenta que el sabio es aquel que gusta de tener amigos, pero sabe que no los precisa para ser feliz. Esta idea es parecida a los vínculos por necesidad (“necesito del otro para sentirme yo mismo”) y los vínculos por placer (“disfruto estando con el otro”) que propone el psicoanálisis. De alguna forma, amarse a uno mismo es amar a los demás de acuerdo con una ley de correspondencia. En concordancia con el psicoanalista español Jorge Tizón (2015), los estoicos también sostenían que la maldad («perversión») es aprendida.

Desde el punto de vista psicológico la tendencia natural se dirige hacia la hermandad, si eventos traumáticos obstaculizan esta tendencia, la búsqueda de afecto se manifestará de forma disfuncional, mediante el sadismo o masoquismo (o la ira, agregaría Séneca). Los psiquiatras y psicólogos infantiles tienen un dicho, «niño agresivo, niño agredido» (estoy seguro también es extrapolable a adultos). 

En lo que a mi respecta, cuando trabajo con ciudadanos (ni pacientes, ni clientes) puedo equivocarme, prácticas que hace unos años eran comunes en psicoterapia ahora se consideran iatrogénicas, ideas que antes que dábamos por sentado, nos parecen ahora retrogradas y de mal gusto. Con el diario de ayer es fácil encontrar horrores, sin embargo, creo que es posible reducir ese margen ampliando el círculo de compasión o, como bien sentenció Bertrand Russell, «el amor es sabio, el odio es tonto» (o contra natura). 

Por supuesto, siempre existe la posibilidad de ir en contra de nosotros mismos. En cuyo caso, el viejo Epicteto (1995) —sospecho con cierta ironía— nos regala un concejo, entre espiritual y mercantilista:

«Considera a qué precio vendes tu integridad, pero por el amor a Dios, no la vendas barata» (Epicteto, Discursos, 1.2.33).

Bibliografía

Aurelio, M. (2018). Meditaciones. Editorial Verbum.

Epictetus (1995). The discourses of Epictetus. JM Dent.

Robertson, D. (2018). Stoicism and the Art of Happiness: Practical wisdom for everyday life: embrace perseverance, strength and happiness with stoic philosophy. Hachette UK.

Nietzsche, F. W. (2004). Ecce Homo: How One Becomes what One is; The Antichrist: a Curse on Christianity. Algora Publishing.

Tizón, J. L. (2015). Psicopatología del poder: Un ensayo sobre la perversión y la corrupción. Herder Editorial.

Seneca, S. (2016). Letters from a Stoic. Xist Publishing

Séneca, L. A. (1995). Epístolas morales a Lucilo (libros I-IX). Planeta DeAgostini,.

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Breves reflexiones sobre la encuesta a inmigrantes https://diegoduranblog.wpcomstaging.com/2019/01/16/breves-reflexiones-sobre-la-encuesta-a-inmigrantes/ https://diegoduranblog.wpcomstaging.com/2019/01/16/breves-reflexiones-sobre-la-encuesta-a-inmigrantes/#comments Wed, 16 Jan 2019 11:44:42 +0000 http://diegoduranblog.wpcomstaging.com/?p=563 El mes pasado tiré en las redes una encuesta destinada a entender cómo viven la expatriación, especialmente mis compatriotas rioplatenses. El propósito de esta encuesta —que forma parte de mi trabajo de fin de máster (TFM)— es principalmente ver qué temáticas relevantes se repiten. Por motivos de honestidad intelectual tendré el decoro de aclarar que mi pesquisa no es en ningún caso concluyente a nivel cuantitativo, la muestra es pequeña (126 entrevistados), sesgada (busqué candidatos a través de LinkedIn), y reconozco, como estadista… soy buen psicólogo clínico.

Aclarado esto, me interesa comentar algunas de sus respuestas que me llevaron a elucubrar sobre cómo vivimos la experiencia de inmigración.

¿Por qué tan amables?

Para mi sorpresa, la mayoría de las personas a las que le hice llegar la encuesta respondió en tiempo récord (en los primeros tres días ya contaba con poco más de cien respuestas). Como si fuera poco, muchos de los encuestados me agradecieron, algunos incluso compartieron conmigo en privado algunas de sus experiencias viviendo fuera de su país de origen. Esto me parece francamente inaudito, quiero decir: le pido a desconocidos que pierdan su tiempo rellenando una insidiosa encuesta, la mayoría me responde in flagranti, me agradecen casi todos, algunos insisten en darme más detalles y llegué incluso a recibir invitaciones (tres) —en caso que pase de visita por sus ciudades— para tomar un café, cerveza o vino.

Definitivamente no esperaba esto...

Más allá de las motivaciones individuales que desconozco, quizás este imprevisto tsunami de amabilidad sea un reflejo de que para todos es importante ver y ser vistos, entender y ser entendidos. Al habernos ido de nuestros países de origen, Uds y yo compartimos una experiencia íntima que —si bien no es fácil poner en palabras— nos une. Agradezco de nuevo su confianza y su tiempo.

Pertenecer vs. Diferenciarse

Una de las preguntas que aparece en la encuesta es:

«¿Crees que tu personalidad ha cambiado desde que resides en otro país o región? En caso afirmativo, ¿de qué forma?».

Pocos han planteado que su personalidad no ha cambiado, es posible que la minoría tenga razón. Quizás en la inmigración no cambie la personalidad (o más probablemente se reafirme), pero sí se espera que ocurra un cambio en la identidad pre y post migración. Kenneth Bledin (2003) lo resume de la siguiente manera:

«La migración es una experiencia potencialmente traumática. La persona siente una discontinuidad, un quiebre interno en la relación con el ambiente y su historia»

El proceso de inmigración es extremadamente complejo porque supone resolver una ecuación personal entre acomodarse a un nuevo ambiente y mantener parte de la identidad previa. En otras palabras, una inmigración satisfactoria no implica suprimir completamente la identidad anterior, negando las experiencias previas y los sistemas de creencias para adaptarse completamente a una nueva cultura, no. Esto sería una falsa adaptación. Tampoco se logra viviendo en guetos, porque esto sería un intento infructuoso de anclarse en el pasado. El proceso de inmigración óptimo se encuentra en un espacio intermedio entre «ellos y nosotros» y supone una identificación selectiva entre dos o más culturas.

Por poner un ejemplo cotidiano, para muchos extranjeros, los rioplatenses ostentamos la legendaria costumbre de invadir el espacio personal. En el País Vasco, —como en muchísimos otros países y ciudades— esto puede dar lugar a situaciones incómodas. Por tanto, cuando llegué a esta región tuve que aceptar «la ley de restricción anatómica vasca» (pueden buscarlo en Wikipedia). Si bien ahora soy más consciente de las distancias físicas, paradójicamente, también me muestro más afectuoso que antes con las personas con las que tengo un vínculo estrecho. Se trata de una negociación que —como un río subyacente— transcurre incesante pero rara vez se hace consciente.

Volviendo (ahora sí) a los resultados de la encuesta, la mayoría considera que integrar una bi-identidad o pluri-identidad ha generado cambios positivos que se materializan en:

Cambio en el sentido de prioridades.

Ser más selectivos al momento de relacionarse.

Aceptar con más facilidad nuevas culturas.

Más independencia y “coraje”.

Sentirse más libre (disfrutar del anonimato).

Con el tiempo han dejado de idealizar o devaluar el país de origen y el país de residencia actual.

Perciben más en términos globales que regionales.

Nostalgia

Cuando pregunto: «¿En algún momento, se te ha hecho difícil la expatriación o el pasaje de una región a otra? En caso afirmativo, explica bajo qué circunstancias», la mayoría de los entrevistados dicen tener, o haber tenido, dificultades relacionadas con:

El idioma.

No poder estar junto a familiares o amigos en momentos importantes (operaciones, fallecimientos, cumpleaños, etc).

Sentirse fuera de contexto.

Problemas burocráticos.

Prejuicios o incomprensión respecto a estilos de comunicación o costumbres propias del país de origen (uno de los entrevistados ha notado, y concuerdo, que el estilo de hablar rioplatense puede sonar agresivo en otros contextos).

Es esperable, en los primeros años —cuando “bajan las defensas”— que aparezca de manera resursiva un sentimiento de nostalgia profundo. Varios autores (Czubinska, 2017; Grinberg, L., & Grinberg, R, 1989; Sengun, 2001) sugieren que la forma en la que viva y afronte el inmigrante su realidad fuera de su “madre tierra” dependerá del estilo de apego (este es un asunto que por cuestiones de economía literaria, no abordaré en este post).

Para aquellos que han emigrado o piensan hacerlo, conviene tener en cuenta que la adaptación completa (si es que existe tal cosa) supone inevitablemente atravesar un duelo. Cuando se intenta hacer un baipás del sentimiento de pérdida, es esperable que aparezcan síntomas depresivos sin causa aparente (Grinberg & Grinberg, 1989).

Islas de sanidad

Los inmigrantes necesitan revisitar su país de origen cada cierto tiempo, se trata de un movimiento regresivo necesario. Una forma simple de reconectar con el pasado es escuchar canciones o comer comida típica del país de origen. Así, la ansiedad que provoca lo nuevo puede ser balanceada con lo familiar y es posible sentirse conectado más allá de la distancia física. Paris (1978) sugiere que los inmigrantes necesitan volver a su país para ser psicológicamente recargados y revitalizados, o para reconciliarse con un padre/madre que no pudo nutrirlos (el viejo país) del cual se vieron forzados o eligieron irse.

Un amigo expatriado me advirtió que el proceso de adaptación al nuevo país es similar a la trayectoria de un caracol, «sube cinco céntimos, retrocede dos». La imagen del caracol me resulta más que apropiada porque me hace pensar que hay dos formas de ver estas crisis, o bien, como un círculo que parece retornar una y otra vez al mismo punto, o como un espiral que nos acerca cada vez más a un eje central.

Aquello que los inmigrantes dejamos atrás vuelve para fastidiarnos. Re-posicionarse en un nuevo territorio y espacio mental conlleva un trabajo de introspección por momentos doloroso, sin embargo, puede ser una oportunidad óptima de crecimiento. Sentirse aislado es una experiencia humana irremediable, pero aprender a estar solo es una de los síntomas más importantes de madurez emocional.

Como he comentado en un post anterior, un riesgo psíquico posible es no pertenecer a ninguna parte, ocupar un lugar físico sin sentir que realmente hemos llegado. Es en la experiencia de intimidad compartida que el crecimiento puede ocurrir. Quizás los inmigrantes (y no inmigrantes, también) tengamos que preguntarnos: ¿dónde, en qué momentos y con quién nos sentimos nosotros mismos?

Lic. Diego Durán. Psicólogo Clínico.

Bibliografía

Bledin, K. (2003). Migration, identity and group analysis. Group Analysis, 36(1), 97-110.

Bledin, K. (2004). What’s in a name? Foulkes, Identity and the Social Unconscious. Group Analysis, 37(4), 477-489.

Caldwell, L., & Joyce, A. (2014). Essentially Winnicott: creating psychic health. British Journal of Psychotherapy, 30(1), 18-32.

Czubinska, G. (2017). Migration as an Unconscious Search for Identity: Some Reflections on Language, Difference and Belonging. British Journal of Psychotherapy, 33(2), 159-176.

Grinberg, L., & Grinberg, R. (1989). Psychoanalytic perspectives on migration and exile. Yale University Press.Sengun, S. (2001). Migration as a transitional space and group analysis. Group Analysis, 34(1), 65-78.

Paris, J. (1978). The symbolic return: Psychodynamic aspects of immigration and exile. Journal of the American Academy of Psychoanalysis, 6(1), 51-57.

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Sobre inmigrantes que se han ido e inmigrantes que nunca se fueron https://diegoduranblog.wpcomstaging.com/2018/09/10/360/ https://diegoduranblog.wpcomstaging.com/2018/09/10/360/#comments Mon, 10 Sep 2018 23:53:21 +0000 http://diegoduranblog.wpcomstaging.com/2018/09/10/360/ Hablar de inmigración es hablar de desarraigo. Un par de meses antes de venir a España leí Walden de David Thoreau (1945). En ese clásico interminable, Thoreau hace una pregunta fundamental que desde entonces sobrevuela mi cabeza:

«¿Qué clase de espacio es el que separa a un hombre de sus semejantes y le hace solitario?»

A veces me pregunto cómo se mide la soledad o el desarraigo. ¿A partir de qué distancia podemos decir que alguien está solo? ¿Se mide en centímetros, metros, kilómetros? ¿En días, meses, años? ¿En kilobytes, megabytes, gigabytes?. Es difícil precisar, porque más allá de las motivaciones económicas, políticas y sociales que llevan a una persona a emigrar, la inmigración es un fenómeno psicológico complejo (Czubinska, 2017) repleto de paradojas.

Es posible sentirse desarraigado viviendo como un inmigrante que nunca emigró. Uno puede alejarse de lo viejo sin llegar nunca a lo nuevo. También es posible que partes de uno mismo queden perdidas en tránsito. La migración –física y/o mental–, supone un problema de identidad. Quiero decir, habitan en mí dos personas distintas, el de antes de emigrar y el de ahora, el que vivía en Uruguay y el que vive en España.

En este post explicaré porqué entiendo que vivir (satisfactoriamente) en un país o región extranjera supone llegar a un entendimiento con ambas identidades.

Antes de continuar, para evitar cualquier tipo de confusión terminológica, dejo aquí un tweet de Pérez-Reverte donde explica a todas luces la diferencia entre migración, inmigrante y emigrante:

Más allá del cliché

Una semana antes de mi partida, mi tía abuela, Selva Casal —en aquel entonces de ochenta y nueve añitos— me escribió en una hoja de cuaderno Papiros el siguiente poema:

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«No te has de ir» y «para viajar hay que olvidarlo todo» son dos afirmaciones contradictorias e igualmente válidas. Para Donald Winnicott –a diferencia de muchos psicoanalistas– la salud mental no es solo la ausencia de enfermedad, para él existía una diferencia sustancial entre estar vivo y sentirse vivo, entre un yo real y un yo falso. Winnicott se pregunta:

«¿Dónde estamos (si es que estamos en absoluto)? ¿Dónde estamos cuando hacemos aquello que hacemos la mayor parte del tiempo, estamos disfrutando de nosotros mismos?»

Según Winnicott, la salud mental es sinónimo de «sentirse en casa», donde sea que uno esté (agrego yo). A la inversa, la enfermedad mental –y la dificultad de integración al contexto– supone vivir en un limbo, en un espacio intermedio que no es ni una cosa ni la otra.

Se puede aprender una cultura distinta de forma vicaria, pero no es posible integrar sus nuances sin estar viviendo dentro de esa cultura. Por esta razón, el cliché imperativo de «no te olvides de tus raíces» –que más que un consejo, olfateo un «no te olvides de mí»– me resulta en parte injusto, porque es fundamental desatender la mochila cultural previa para adaptarse a la nueva situación. El problema en todo caso es, cómo establecer una continuidad de aquellas partes –forzosamente– escindidas entre el yo pre y post migración.

Más allá de la subjetividad de los pasaportes, la identidad (el yo) es por naturaleza contradictoria. Así lo resume Grazyna Czubinska:

«por un lado, supone una continuidad, la esencia de la persona, y por el otro, incluye procesos que están basados en una interacción constante entre lo externo y lo interno. Podemos concluir que la identidad es producto de un ambiente inestable en constante cambio» (Czubinska, 2017, p. 164).

Y continúa:

«La integración temporal permite establecer una continuidad en el tiempo, integrar diferentes representaciones del yo al darle un sentido de mismidad. La integración social viene de la mano con establecer un sentido de pertenencia» (Czubinska, 2017, p. 166).

La adaptación a un nuevo ambiente, supone entonces, la capacidad de trasladarse de una cultura a otra sin perder ninguna de las dos. Es posible tener raíces en dos o más sitios, pero para eso, la capacidad de soltar lo viejo para vivir la realidad cotidiana presente representa una condición sine qua non.

Lingüística

Cada territorio tiene un lenguaje o un dialecto distintivo, una melodía que no puede ser fácilmente replicada ni adquirida. Grinberg y Grinberg comentan este fenómeno:

«Creémos que los inmigrantes en general tiene mayor dificultad que los niños para identificarse con el ambiente y absorber el lenguaje. Cuando intentan aprenderlo, los adultos tienden a adquirir vocabulario y gramática de una forma racional; pero no el acento, la entonación y el ritmo. Eso es, la música del idioma, tal como hace un niño» (Grinberg y Grinberg, 1989, p. 109)

La brecha en la integración se agrava, por supuesto, cuando el inmigrante no maneja con fluidez el idioma del nuevo país o región. Incluso viviendo en un territorio donde se habla la misma lengua, las diferencias pueden ser de todas formas sustanciales. En mi caso, he aprendido “mazo” y “mogollón” de palabras que desconocía (algunas en euskera), pero mi acento permanece inmutable. Teniendo en cuenta que vine a España cuando tenía treinta y dos años, mi suerte lingüística está en gran medida echada. El acento montevideano –que arrastro como un bolsa de papas (y patatas, también)– es precisamente el componente más distintivo de mi ideolecto. Para mi gusto, esa “excentricidad” es uno de los factores que me permite darle continuidad a mi identidad y –contra todo pronóstico– lo considero un facilitador para la integración a mi nuevo entorno inmediato.

Egocídio

Comenzar una nueva vida conlleva sacrificios. Una parte de nosotros, de nuestro ego, tiene que morir para dar lugar a una nueva. Este proceso es siempre doloroso porque partes arraigadas a nuestra identidad se pierden. En mi caso quise cortar de raíz con la idea de éxito laboral como sinónimo de llenar mi agenda de pacientes, buscaba algo más, tenía que haber algo más, de alguna forma necesitaba sentirme vivo. Emigrar físicamente me ha ayudado en este proceso, pero no creo que sea la única forma de hacer esta mudanza. Cambiar de posición requiere coraje, tiempo de incubación, paciencia y tener claro que no es posible hacer un baipás del sufrimiento, natura non facit saltus.

Vivir como extranjero exacerba nuestros sentidos, funciones que no sabíamos que teníamos se comienzan a desplegar sobre la marcha. Hay mucho de intuición en este proceso, en quién confiar, dónde vivir y qué riesgos estamos dispuestos a correr, son preguntas que no pueden responderse exclusivamente en un nivel racional (más aún, para un recién llegado que no conoce la enorme mayoría de las piezas del puzzle). El peregrino vive y sobrevive por medio de intuiciones y sincronicidades.

Cuando tuve claro que quería emigrar de Uruguay empecé a postularme a distintas becas y universidades, pero me costaba imaginarme dónde me sentiría más cómodo. Tenía que elegir dónde vivir entre ciudades que nunca había visitado, o que había pasado por ellas raudamente, como el más incauto de los turistas. En ese período soñé con una araña muy similar a las que había visto en La guerra de los mundos y Enemy. Días más tarde, me surgió la oportunidad de venir a Bilbao (donde sea que quedara eso). Cuando empecé a ver fotos de la ciudad en Google Imágenes, reconocí de inmediato la araña con la que había soñado y tuve claro que esta era la ciudad. Actualmente vivo a seiscientos metros del majestuoso arácnido.

Maman de Louise Bourgeois (1999). La escultura pesa veintidós toneladas y mide diez metros de altura. Pese a su apariencia temible, esta araña es un cálido tributo a la madre de Bourgeois, que se dedicaba a tejer tapices y falleció cuando ella tenía veintiún años. La obra alude a la fortaleza de su progenitora haciendo referencia a actividades como hilar, tejer, alimentar y proteger.

Psicoterapia

Hay más bien poco escrito respecto a la psicología de la inmigración, aún así, las preguntas que se hacen distintos autores son en esencia: qué efectos tiene el cambio migratorio en nuestros pacientes y qué tipo de defensas usan para para mantener el equilibrio psíquico cuando se enfrentan a la pérdida de lo familiar.

El impacto de la inmigración puede abrir heridas pasadas e inseguridades, por este motivo, no quisiera terminar esta entrada sin comentar brevemente tres fenómenos psicológicos asociados con la inmigración que aún no he mencionado:

Uno, existe una primera etapa de comparación con el país de origen, esta comparación es lingüística («¿cómo se dice allá y como se dice acá?»), de costumbres, valores, geográfica y de comodidades propias de cada ciudad. Este proceso representa el primer contrapunto respecto a la idealización inicial del nuevo país. También es frecuente llegar a un país o región extranjera con la mochila –inconsciente– del “nosotros y ellos” o “ellos y yo”. Esta visión polarizada, con el correr del tiempo y en el mejor de los casos, se va desarticulando –o “olvidando”– durante el proceso de inmersión cultural. Este mecanismo de proyección masiva forma parte de cómo cada cultura se ve a sí misma, y a las demás, por contraste. Descartando la posibilidad que nuestro paciente esté siendo excluido por pertenecer a alguna raza o etnia segregada por el nuevo país o región, cuando la persona no logra sentirse parte de la cultura en la que vive, esta forma de pensamiento individual puede derivar en autoexclusión o funcionamiento de gueto. Por este motivo es importante que pueda diferenciar entre el imaginario social y las personas particulares que configuran su realidad inmediata.

Dos, hipersensibilidad. Al tener el recién llegado un grupo más reducido de personas cercanas, cada acercamiento y desencuentro cobra una escala que sería impensable en su país o región de origen. El saltar de un grupo humano a otro permite regular los afectos al repartir la emotividad en varias personas, cuando esto no es posible, es más probable que las relaciones nuevas cobren una intensidad desproporcionada. Mientras el inmigrante comienza a ampliar su circulo de personas significativas dentro del nuevo territorio, es conveniente que pueda hacerse tiempo para estar solo y digerir por sí mismo sus emociones antes de ser volcadas a los demás.

Tres, vivir en otro país puede no ser un problema en absoluto para nuestros pacientes. En caso que así sea, la tarea del psicólogo o consejero, deberá ser establecer una conexión que permita revisitar el pasado con el propósito de restablecer un puente con la realidad actual. Se trata de un reculer pour mieux sauter o una ida hacia el pasado para tomar impulso, con la intencionalidad de robustecer el fluido punto intermedio donde se encuentra la identidad personal e interpersonal.

Lic. Diego Durán. Psicólogo Clínico.

Bibliografía

Caldwell, L., & Joyce, A. (2014). Essentially Winnicott: creating psychic health. British Journal of Psychotherapy, 30(1), 18-32.

Czubinska, G. (2017). Migration as an Unconscious Search for Identity: Some Reflections on Language, Difference and Belonging. British Journal of Psychotherapy, 33(2), 159-176.

Grinberg, L., & Grinberg, R. (1989). Psychoanalytic perspectives on migration and exile. Yale University Press.

Thoreau, H. D., & Gambolini, G. (1945). Walden o la vida en los bosques. Emecé Editores

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