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Otra de las críticas más frecuentes que se hacen a la psicoterapia online es la siguiente:

2. Una psicoterapia sin cuerpo es una terapia incompleta.

Generalmente la argumentación es la siguiente:

En la tele-psicoterapia hay una parte de la comunicación que se pierde porque parte del lenguaje corporal queda excluido del rectángulo de la pantalla. Percibimos a través de los sentidos, podemos ver —hasta cierto punto— y escuchar al otro, pero ¿qué pasa con el resto de los sentidos en la psicoterapia online? La psicoterapia a distancia no es suficiente porque necesitamos cierto grado de contacto físico, percibimos también —generalmente de forma subliminal— a través de olores y gustos que asociamos con lugares y personas. Esto convierte a la psicoterapia a distancia en un espacio artificial, cuando debiera ser todo lo contrario.

Mi Respuesta:

Uno. Es cierto que parte importante de la comunicación no verbal se pierde trabajando a distancia. La mayoría de psicólogos tenemos bastante presente el lenguaje corporal. Se nos prende el radar si un paciente mueve rápidamente las piernas cuando habla, si sus pies apuntan constantemente a la puerta, o no para de mover los dedos de la mano. Lo más notorio en psicoterapia vía Skype son las expresiones faciales y el tono de voz, respecto a lo demás, siempre es posible indagar en aquello que no vemos. En ciertos momentos me ha resultado útil preguntar a los pacientes si están moviendo las manos o los pies, o si pueden ver reflajada su ansiedad en algún área de su cuerpo. Lograr cierto grado de consciencia corporal forma parte de cualquier tipo de psicoterapia, en el caso de la tele-terapia se hace todavía más apremiante poner el foco en el cuerpo mediante la palabra.

Dos. Si hay algo me ha enseñado vivir como expatriado, trabajar de la psicoterapia a distancia y la pandemia en general, es precisamente a valorar los matices sutiles de las relaciones co-presenciales que muchas veces daba por sentado. El contacto social mediado por la tecnología no solo nos hace recordar la constante ausencia del otro, también facilita que surjan fantasías de encuentro que pueden ser verbalizadas en el espacio terapéutico. Contra todo pronóstico, la contigencia de no compartir el mismo lugar físico que el terapeuta puede ser el motor central de la psicoterapia. Si se analiza, esta es una oportunidad óptima para «tomar distancia», resignificar el encuentro con el otro y poner en palabras posibles miedos al abandono y a la soledad.

Este astuto anuncio de AT&T (1987) titulado «Acércate y toca a alguien», utiliza la imagen de una mujer para dar a entender que podemos tocar a alguien emocionalmente, a la distancia, incluso si no podemos sentir su piel.

Tres. Habitualmente llega un punto en la psicoterapia en que mis pacientes me plantean —generalmente con un poco de vergüenza—, «me gustaría conocerte personalmente, en la vida real». Este pedido es lícito y puede formar parte del encuadre el compromiso de verse en un lugar común cada cierto tiempo. No hay ningún motivo para plantear una psicoterapia a distancia ó tradicional como opciones excluyentes, también puede plantearse una psicoterapia mixta. La IPA (International Psychological Asociation), por ejemplo, recomienda que el paciente y el terapeuta se vean una vez al año. En mi experiencia, cuando conocí «en persona» a pacientes con los que venía trabajando online, las sesiones terminaron siendo muy similares a las que teníamos a distancia, pero también he notado que hay un sentido de deuda implícito que queda restituído cuando ocurre el encuentro co-presencial.

Cuatro. Entiendo que para algunas personas que no se dedican a hacer psicoterapia les resulte frío comenzar un proceso a distancia, pero me llama particularmente la atención cuando terapeutas hacen esta crítica porque el contacto físico entre un paciente y un terapeuta sigue siendo el GRAN tema tabú de nuestra profesión. La idea de «propiciar» una «transferencia erótica» nos preocupa particularmente y creo que somos, por defecto profesional, extremadamente cuidadosos respecto al contacto físico con nuestros pacientes (habrá excepciones). Los psicólogos que venimos de países iberoamericanos podemos llegar a abrazar en algún momento a nuestros pacientes (probablemente si me lee un psicólogo suizo o alemán se estaría persignando en este momento), pero creo que lo hacemos generalmente de forma bastante cuidada (tirando a lo fóbico) y en un contexto específico. Me parece curioso cuando colegas aluden a la falta de cuerpo en la tele-terapia porque, irónicamente, a la psicoterapia tradicional también le falta el cuerpo. La infinidad de congresos sobre «Psicoterapia y Cuerpo» que han aparecido y continúan apareciendo en los últimos veinte años dan cuenta que el cuerpo en la psicoterapia es un problema que los psicólogos todavía no tenemos resuelto.

Cinco. La esencia de la psicoterapia está en las imágenes que forman parte de un espacio mental, no físico. Como ya he escrito en un post anterior, la psicoterapia jamás ha ocurrido en un consultorio. La psicoterapia ocurre en un vínculo que es por naturaleza atemporal e intangible. El vínculo transferencial continúa funcionando a nivel interno —quizás especialmente— entre sesión y sesión, incluso una vez terminado el proceso terapéutico. La psicoterapia nos lleva al espacio mental de la fantasía, a la «habitación roja» de Twin Pearks, al espacio onírico de Alicia en el país del maravillas o a la compleja arquitectura mental de Inception, el foco de la psicoterapia, y de la relación terapéutica, está puesto siempre en el mundo interno. Por más que no haya un encuentro concreto en la psicoterapia a distancia, las emociones también se sienten de forma intensa porque la necesidad de contacto va más allá de lo físico, forma parte de un componente humano que logra trascender la forma de comunicación.