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En este post explicaré cómo la filosofía de los Estoicos puede ayudarnos a enfrentar la ansiedad, la ira y hacer frente a la frustración.

Resulta curioso, sin embargo, que frecuentemente se asocie al estoicismo con la supresión de emociones y se le otorgue cierto innuendo masculino malentendido. Al echar mano del cliché James Bond, la psicología (etim. «estudio del alma»), con cierta amnesia selectiva, parece desconocer hasta qué punto esta filosofía radical (etim. «que va a la raíz») se encuentra en sus premisas fundamentales. Para muestra, un botón.

En agosto de 2018 la American Psychological Association (APA) publicó un artículo titulado APA GUIDELINES for Psychological Practice with Boys and Men en el que plantea la “masculinidad tradicional” como sinónimo de masculinidad tóxica, sugiriendo:

«Psicólogos pueden discutir con niños y hombres acerca de los mensajes que han recibido acerca de reprimir el afecto hacia otras personas de su mismo sexo con el fin de ayudarlos a identificar componentes de la masculinidad tradicional como son el estoicismo, homofobia, no mostrar vulnerabilidad, autosuficiencia y competitividad y cómo estas ideas pueden dificultar la consolidación de relaciones cercanas»

Para mi gusto el mayor de los problemas de este, quiero pensar, lapsus calami es subestimar un sistema de pensamiento que podría ser parte de la solución a esta problemática tan actual, tan sin género, tan de siempre.

Por supuesto que los primeros textos estoicos (que comenzaron en el 301 AC con Zerón de Citio) no abogaban activamente por la igualdad de género. Aún así, la filosofía estoica en ningún caso es una franquicia de los hombres, como escribe la profesora Malin Grahn-Wilder (2018) en Gender and Sexuality in Stoic Philosophy:

«Lo que es importante desde la perspectiva actual es que más allá de cuáles sean las diferencias entre hombres y mujeres a nivel físico o de roles sociales, para los Estoicos estas son metafísica y éticamente insignificantes. Estas diferencias no afectan en absoluto la creencia de que todos los seres humanos son igualmente racionales o igualmente responsables de su propia deliberación moral. Tampoco el género, de acuerdo a los Estoicos, afecta de ninguna forma el propósito fundamental humano de ser felices o la posibilidad de alcanzar esta meta»

(Grahn-Wilder, 2018, 294).

Aclarado esto, comparto con Uds. tres ideas que me ayudan, y han ayudado a millones de personas durante siglos, a afrontar con entereza sus problemas y frustraciones.

I. Imposible sin tu consentimiento

«Hoy me escapé de la ansiedad, o mejor dicho, la descarté, porque esa ansiedad no estaba fuera de mi, estaba en mis propias percepciones»

(Marco Aurelio. Meditaciones, 9.13).
Marco Aurelio (121-180 DC)

Para los estoicos nadie que no sea nosotros mismos es responsable de nuestra felicidad o infelicidad. Sin embargo, es Humano, demasiado humano sucumbir a la tentación de convertir a los demás en depositarios de nuestro estado interno, otorgándo a otras personas o situaciones un lugar que no les corresponde. Para los estoicos, el sufrimiento ocurre porque nosotros mismos, los demás o ciertas situaciones, no cumplen con nuestras expectativas de cómo creemos que deberíamos/debieran ser.

Nivel de bienestar = realidad — expectativas

Si entendiéramos que el otro no es intimidante sino que nos dejamos intimidar. Si nos diéramos cuenta que nadie puede humillarnos si no nos sentimos humillados. Si comprendieramos que aquel amor romántico no correspondido que nos hace sufrir no es “el amor de nuestra vida”, sino que le otorgamos ese lugar. Si pudiéramos distinguir entre el ser y el no ser, si estuviéramos entrenados para discernir entre aquello que podemos controlar (nosotros mismos) de lo que no (lo ajeno), entonces, ganaríamos bastante.

II. Terapia de control de la ira (o, Tranquilo, todos vamos a morir).

«El hombre ha nacido para ayudar al hombre; la ira para la destrucción común. El hombre busca la sociedad, la ira el aislamiento; el hombre quiere ser útil, la ira quiere dañar; el hombre socorre hasta a los desconocidos, la ira hiere hasta a los amigos más íntimos; el hombre está dispuesto a sacrificarse por los intereses ajenos, la ira se precipita en el peligro con tal de arrastrar consigo a otro»

(Séneca, De la Ira, Libro Primero, V).

El estoicismo no busca suprimir la ira, sino por el contrario, neutralizarla mediante el entendimiento. Séneca dedicó un libro en tres partes bastante útil para todos aquellos que por momentos nos vemos atrapados en la rabia o el resentimiento. Hay quienes sostienen que la ira es el motor del cambio, pero esta visión es parcial. La ira nos hace perder el control y subyuga a la razón. Un buen guerrero nunca entra en cólera, se mueve con precisión y espera el momento propicio. El frenesí de la ira, según Séneca, es similar al estado de embriaguez, las decisiones y movimientos sólo pueden ser espasmódicos como los de un berserker. La justicia es producto del juicio deliberado (Logos) y tiene un sentido prospectivo (a futuro); la ira en cambio, es obstinada y busca la retaliación. «El mejor remedio para la ira» , como ocurre con la borrachera o un estado febril, «es el tiempo» (Séneca, Libro Segundo, XXVIII).

Séneca (4-65 DC)

Para Séneca, al igual que The Smiths, hay que tener agallas para ser agradable y cordial («It takes guts to be gentle and kind») o, al revés, el maltrato evidencia una debilidad de carácter. Es necesario tener en cuenta esto para no dejarse amedrentar por la puesta en escena de quien se encuentra poseído por la ira. El espíritu estoico de Alí lo llevó a entender que no siempre gana el que pega primero, porque la ira se consume a sí misma con rapidez. Después de la histriónica performance el agresor queda exhausto y vulnerable.

Estando en Euskadi viví el primer gran cimbronazo cultural el día de los atentados en Cataluña. Quedé conmocionado de que ocurriera un ataque terrorista tan cerca, sabía que bien pudo haber ocurrido aquí en Bilbao. Pese a mi consternación, veía a mis amigos españoles impávidos. ¿Cómo podía ser? Acababa de ocurrir en su país un ataque indiscriminado que terminó con la vida de quince personas, pero esto no cambió en absoluto sus ganas de salir a tomar una cerveza como siempre (?!). Al principio no entendía, me imaginaba cómo me sentiría yo si esto ocurriera en Uruguay, no parecía tener ningún sentido, esta actitud fría no parecía corresponder en absoluto a la personas que yo conocía. Hablando con ellos —que sí han sufrido una prolífica historia reciente de atentados—, cada cual a su forma, me dieron a entender por vía de los hechos que no iban a cambiar su estilo de vida por esto. A lo que a mi respecta, supe que ese día el hombre que conducía la camioneta no encontró tierra fértil sobre la cual sembrar el miedo. Tendrán que buscar otro método porque, con esta gente, claramente no funciona.

La venganza es para los dioses, nosotros, simples mortales, no tenemos tiempo que perder:

«¿Por qué has de empeñarte en asustar con tus fuerzas a ese otro que ladra detrás de ti, y que, vil y despreciable, es molesto para sus superiores? Ten paciencia por un momento: he aquí la muerte que viene, y a todos nos hace iguales […] atormentamos al que comparte nuestra cadena, mientras que igual fin amenaza a vencidos y vencedores, y tal vez en la primera mañana. Mejor es que pasemos en reposo y en paz los pocos días que nos quedan»

(Séneca, De la ira, Libro Tercero, XLIII).

III. Discernir

«¿Depende de ti ser nombrado en un puesto prestigioso? ¿Depende de ti ser invitado a una fiesta? En absoluto. ¿Cómo puede entonces ser esto un desprecio y un deshonor para ti? ¿Cómo puede ser que no seas alguien en el mundo, tú, que no puedes ser más que de lo que ti depende, y de lo que tu puedes responder con la mayor consideración? “Pero no tendré recursos para proteger a los míos…” ¿Qué significa, “tener recursos”? ¿Que tú no les darás dinero? ¿Qué no les invitarás a pasar vacaciones contigo? ¿Quién te ha dicho que estas cosas son del número de aquellas que están en nuestro poder, y que no pertenecen más que a nosotros?. ¿Y quién puede dar a los otros, lo que no puede darse a sí mismo?. “Adquiere bienes, dirán, para que nosotros los tengamos”. Si puedo adquirir, sin perder el pudor, la modestia, la fidelidad, la magnanimidad, muéstrame el camino que hay que tomar para ser rico, y lo seguiré. Pero si quieres que yo pierda mis verdaderos bienes a fin de adquirir falsos, ve por ti mismo cuál desigual tienes la balanza, y hasta qué punto eres ingrato y desconsiderado. ¿Qué es lo que más amas, el dinero, o un amigo sabio y fiel?. Ah! Ayúdame entonces a adquirir virtudes, y no exijas que haga cosas que me harían perderme. “Pero”, dirás aún, “mi ciudad no tendrá de mi, mis servicios”. ¿Cuáles servicios? ¿No recibirá acaso tus dones? “¡No tendrá de mí, un nuevo hospital!” ¿Y qué con eso?. Basta con que cada uno en su estado haga lo suyo. Pero si, por tu ejemplo, tu das a tu ciudad otro habitante sabio, modesto y fiel, ¿no le prestarás servicio alguno?. En verdad le darás uno, y uno muy grande; no le serás entonces inútil. “¿Que puesto, dices, tendré en la ciudad?”. Aquel que puedas obtener conservándote fiel y modesto. Pero sí, queriéndola servir, pierdes tus virtudes, qué servicio le brindarás cuando devengas imprudente y desvergonzado?»

(Epicteto, Enquiridión, XXVI)

Empezamos con Marco Aurelio, el último de Los cinco buenos emperadores. Seguimos por Séneca, que fue ministro, tutor y consejero de Nerón (sospecho habrá incinerado su ejemplar De la ira antes de leerlo) y terminamos con Epicteto, que llegó a Roma como esclavo. Este último, en Enquiridión, nos ofrece un buen antídoto contra nuestra burbuja de autoimportancia al dividir el deseo en aquellas cosas que podemos controlar y las que no.

Epicteto (55-135 DC)

Respecto a las cosas que NO podemos cambiar (la mayoría) los filósofos de la Estoa creían que preocuparse por estos menesteres entra dentro del terreno de la necedad o la estulticia al incurrir en un error lógico, y aún más, también supone desconocer el orden perfecto de la naturaleza. Según ellos, solo ocurre lo que tiene que ocurrir. No se trata de la ausencia de errores, defectos o dificultades, sino de una coherencia u orden por el cual cada pieza encaja en el lugar que le corresponde.

De más está mencionar aquí que no alcanza con tener claro qué podemos controlar y qué no, se requiere un entrenamiento sostenido en el tiempo para automatizar esta capacidad. A modo de despedida, propongo un ejercicio estoico, se trata de la tabla de «la dicotomía del control» (cualquier parecido con La plegaria de la serenidad es pura coincidencia).

Adjunto el mío:

Para hacer este post me basé exclusivamente en tres puntos fundamentales. En la segunda parte escribo sobre qué entendían los estoicos por «vivir de acuerdo da la naturaleza» y su perspectiva «cosmopolita».

Bibliografía
APA – Guía para el trabajo psicológico con niños y hombres. https://www.apa.org/about/policy/boys-men-practice-guidelines.pdf
Aurelio, M. (2018). Meditaciones. Editorial Verbum
Grahn-Wilder, M. (2018). Gender and Sexuality in Stoic Philosophy. Springer.
Marcelo, D. B. (1996). Epicteto, Enquiridión.
Seneca, L. A. (2011). De la ira (Vol. 663). NoBooks Editorial.

Textos y audiolibros completos (descarga gratuita)
Marco Aurelio. Meditaciones en PDF: https://mercaba.org/SANLUIS/Filosofia/autores/Grecia%20y%20Roma/Helenismo/Aurelio,%20Marco%20-%20Meditaciones.pdf Audiolibro en castellano: https://m.youtube.com/watch?v=9A5m4OiF6jE
Séneca. De la ira en PDF: http://www.biblioteca.org.ar/libros/89740.pdf Audiolibro en inglés: https://m.youtube.com/watch?v=S6w7JK8RWgE&t=7s
Epicteto. Enquiridión en PDF: https://www.avempace.com/file_download/2625/Epicteto-Manual.pdf Audiolibro en castellano: https://m.youtube.com/watch?v=sG7CYjkHQB4&t=606s